jueves, 29 de octubre de 2020

UNA NOCHE EN COMISARÍA LEYENDO VERSOS DE GABRIEL CELAYA

 




Iba a ser mi primera votación política. Aquel diciembre de 1978 acababa de cumplir 18 años y tenía ganas de intervenir en una decisión ciudadana, popular. Pero desde el mismo septiembre -en que cumplía la edad adulta- militaba en un pequeño partido de izquierdas, el MC, que propugnaba ante el Referéndum la abstención. Así fue para mí aquel 6 de diciembre de 1978: el jovencito apoderado del Moviment Comunista del País Valencià departió en su colegio electoral, con sus conciudadanos, un día de celebración democrática, pero sin depositar ninguna papeleta en aquella urna. Éramos, lo que se llamaba entonces, la "izquierda extraparlamentaria". Fue un comienzo paradójico que se sumaría a mi vida paradójica.

Dos días antes de la votación, mientras pegábamos unos carteles en la avenida principal de la ciudad de Sagunto, fuimos detenidos varios militantes del MC, -junto a otros compañeros de la OIC- porque aparecía en ellos la figura del Rey. Fue mi primera noche en un calabozo de Comisaría. Yo era el más joven del grupo y fueron llamándonos de uno en uno para la declaración y a mí me dejaron el último. En aquella celda oscura y fría, busqué en mis bolsillos un papel en el que tenía un poema de Celaya que hacía tiempo me acompañaba y lo leí, esperando el interrogatorio, recordando a mi abuelo Rafael, asesinado en la cárcel de Jaén:



ESPAÑA EN MARCHA


Nosotros somos quien somos.

¡Basta de Historia y de cuentos!

¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

 

Ni vivimos del pasado,

ni damos cuerda al recuerdo.

Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

 

Somos el ser que se crece.

Somos un río derecho.

Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

 

Somos bárbaros, sencillos.

Somos a muerte lo ibero

que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

 

De cuanto fue nos nutrimos,

transformándonos crecemos

y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

 

¡A la calle! que ya es hora

de pasearnos a cuerpo

y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

 

No reniego de mi origen

pero digo que seremos

mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

 

Españoles con futuro

y españoles que, por serlo,

aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

 

Recuerdo nuestros errores

con mala saña y buen viento.

Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

 

Vuelvo a decirte quién eres.

Vuelvo a pensarte, suspenso.

Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

 

No quiero justificarte

como haría un leguleyo,

Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

 

España mía, combate

que atormentas mis adentros,

para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.


(De Cantos iberos, 1955)



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