lunes, 23 de marzo de 2020

VIAJE A MURVIEDRO DEL "GENTILUOMO" GIOVANNI BEMBO (1505)

Dibujo del teatro romano saguntino por Anton Van Wyngaerden (1563) 




Imaginar a Giovanni Bembo con sus caballeros venecianos, acompañados por el poeta sevillano Juan Partenio Tovar –de quien se resaltaba su extravagante forma de vestir en la Valencia del XVI- y el joven Juan Luis Vives, declamando y tomando apuntes y bocetos de las ruinas y las letras romanas, es una de las bellas imágenes que no debemos olvidar y que podemos formarnos de un tiempo cuya memoria hoy sólo nos traen viejos papeles o libros eruditos.

El veneciano Giovanni Bembo (1473-1547) visitó nuestra ciudad a comienzos del siglo XVI, cuando los humanistas de toda Europa se acercaban a ella en busca de las huellas arqueológicas de la Antigüedad. Allí copió varias inscripciones, pudo contemplar y gozar de los grandes vestigios de la Antigüedad (el Teatro romano y el “Templo de Diana”), acompañado por el poeta, recién nombrado catedrático de Poesía y Oratoria en la Universidad de Valencia (1503) −venido de Roma y protegido de los Borja−, Juan Partenio Tovar quien ejerció hasta el curso 1513-14, teniendo como alumno a un joven Juan Luis Vives antes de verse obligado a su exilio a las tierras del Norte.

El relato de aquella visita la hizo el propio Bembo en una carta latina[i] que escribió a un amigo de Corfú, Andrea Anesi, en 1536, y que recogió y publicó el Abate Iacopo Morelli, bibliotecario de San Marco, en Venecia (1803).  




[i] Leemos en dicha carta: “Tunc fama excidii Saguntìni pellexit me cum Parthenio Tovar poeta Saguntun ire, quod a Valentia distat quinque millia passuum. nunc dicitur Monvedro. Vestigia maxime urbis adparent, et Templum Dianae conspicitur, et Teatrum integrum cum suis scenis in declivo montis aedificatum. Sagunti multa Epitaphia descripsi ...”.


lunes, 16 de marzo de 2020

BENEDETTO CROCE EN SAGUNTO (1889)







Un joven Benedetto Croce, con tan solo veintitrés años, visitó la ciudad de Sagunto en la primavera de 1889. Lo acompañaba su paisano y antiguo compañero de estudios, Francisco Capece Galeota. Este viaje por la península, recorriendo paisajes y ciudades de España y Portugal, fue espoleado por la lectura del libro de Edmondo De Amicis, España, publicado en 1872, y por su interés y sus estudios sobre la historia de las relaciones entre España y el reino de Nápoles. Al mismo tiempo, suponía un asueto para despejar la tristeza en la que se vio sumido el joven filósofo e historiador, cuando cinco años antes su familia, sus padres y su hermana, murieron en Casamicciola –en la isla de Ischia, donde veraneaban- debido a un terrible terremoto que le dejó también a él semienterrado y malherido entre los escombros de aquel seísmo.
De aquel viaje, tomó Croce unas notas por aquel entonces que, posteriormente en 1926, retomó para pasarlas a limpio, aunque no las daría a la luz pública; hasta que en 1961, nueve años después de su muerte, fue publicado por su amigo y biógrafo, Fausto Nicolini, como separata del Bolletino dell´Archivio storico del Banco di Napoli.
Las notas referentes a su visita saguntina fueron publicadas en la revista Braçal (en el número 9, de 1994), traducidas y con una introducción del catedrático de italiano de la Universidad de Salamanca, Félix Fernández Murga, con quien contacté y al que pedí que nos pasara -al Centre d´Estudis del Camp de Morvedre- un adelanto de su trabajo, que sería, un año después, publicado por la Universidad de Sevilla: Benedetto Croce, En la península ibérica. Cuaderno de viaje (1889), Sevilla, 1993.
He aquí lo que nos legó Benedetto Croce:

15 DE MAYO
Al tomar el tren para Murviedro (Sagunto) a primeras horas de la mañana, nos hemos encontrado en el vagón con un viejecito muy pulido y simpático, que en un primer momento nos ha ofrecido sus periódicos para que los leyéramos, y luego ha entablado conversación con nosotros y, al saber que éramos italianos y que íbamos a Sagunto, nos ha dicho: Siento mucho no poder acompañarles y hacerles de guía; pero les voy a dar una tarjeta de presentación para un amigo mío, don Antonio Chabret, que es el historiador de Sagunto. El viejecito es también a su vez un erudito local de Valencia: Eduardo Pérez y Pujol[i] (Eixarchs, 7, Valencia), según hemos leído en su tarjeta de visita. Pero, desafortunadamente, en Sagunto no hemos podido encontrar a Chabret, que había salido a dar una vuelta por asuntos de su profesión y que volvería demasiado tarde para nosotros. De todos modos, he comprado su obra en la tienda del salchichonero, tabaquero y librero del lugar. Dando una vuelta por la Sagunto moderna, hemos visitado su iglesia gótica de bella fachada, abarrotada de mujeres sentadas al modo oriental. Hemos subido luego al castillo con la guía de un soldado. Dicho castillo cubre toda la colina en la que se alzaba la ciudad antigua: al lado izquierdo de la colina, mirando al mar, están las ruinas del teatro; más abajo, casi toda en el llano, está Murviedro, que ahora ha vuelto a tomar el nombre de Sagunto. La colina de la antigua Sagunto surge en una cuenca cerrada por un circo, más amplio y lejano, de otras colinas, y es muy pendiente por todos sus lados, excepto uno, por el que baja más suavemente hacia el llano. A la vuelta hemos visitado el teatro, donde se hacían las funciones, como explicaba el guardián. Hemos permanecido un buen rato en la colina, disfrutando desde allí de la jornada, triunfante de luz, y de la vista de la fertilísima campiña valenciana.”




[i] Eduardo Pérez Pujol fue un Catedrático de Derecho, que ocupó el cargo de Rector de la Universidad de Valencia durante varios años. Un distinguido intelectual progresista, adscrito al krausismo. En el momento en que Croce lo conoce se encuentra jubilado.


sábado, 7 de marzo de 2020

SANTIAGO RUSIÑOL: LA MIRADA MODERNISTA EN SAGUNTO





Los viajeros no sólo han dejado su huella en la escritura, bien sea en cartas, diarios o en alguna de las variedades de la literatura de viaje, sino que sus manos les han llevado al papel, al lienzo –o a cualquier otro soporte o materia- donde la línea, el color, el volumen, la imagen en definitiva, ha estampado su impronta. Dibujos, cuadros, grabados, escultura, etc., nos hablan del paso de sus autores y de su visión –naturalista, idealizada, simbólica….- de nuestra ciudad.
            Hoy recalaremos en la visita y la estancia del pintor y escritor modernista Santiago Rusiñol a nuestra tierra. Fue a comienzos del siglo XX y el periódico de Teodoro Llorente recogía en su edición del domingo 7 de abril de 1901 la noticia: “Ha llegado a Valencia el distinguido y afamado pintor y literato catalán D. Santiago Rusiñol. Acompañado por varios socios del Círculo de Bellas Artes ha visitado nuestra población y le acompañarán el lunes a Sagunto”. La visita de Rusiñol obedecía a dos propósitos principalmente: promover el estreno de su obra L´alegria que passa en el Teatro Ruzafa por la Compañía valenciana de Agapito Cuevas y el estudio pictórico de jardines, cementerios y calvarios.
            Acompañado, entre otros,  por su amigo y discípulo, el joven periodista y abogado –después gran escritor y músico-, Eduardo López Chavarri y el catedrático de Bellas Artes de la Universidad de Valencia, Rafael Domènech, se dirigió a Sagunto el lunes 8 de Abril de 1901, donde les esperaba el médico y cronista saguntino, Antonio Chabret Fraga.
            Aquí residió durante unas semanas, al menos hasta el 24 de Abril, cuando en el Círculo de Bellas Artes ofreció una lectura pública de su obra dramática Llibertat, de la cual escribió varias escenas durante su estancia saguntina. Así lo recogía la prensa: “Santiago Rusiñol gran artista cuya alma de poeta tiene inspiraciones admirables, dio al Círculo las primicias de una obra escénica, que ha comenzado á escribir en Sagunto y que es una producción llena de nervio…”.
            Pero, además de dedicarse a escribir su obra teatral, y -acompañado de la mano y la sabia explicación de Antonio Chabret-, pasear, visitar las ruinas antiguas –López Chavarri recordaría, años más tarde, cómo Rusiñol recitó de memoria versos de Verdaguer en la escena vacía del teatro-, así como asistir a varias audiones musicales –entre ellas, el estreno de la zarzuela de Chabret El Fantasma-, el artista catalán fijó su mirada pictórica y poética sobre nuestra población, y de ella surgieron, al menos, tres excelentes lienzos: Calvari de Sagunt (aunque no se sabe su paradero en la actualidad, se poseen de él varias fotografías), Calvari cap a la tard (propiedad de la Hispanic Society of America), y Teatre Romà de Sagunt (propiedad de la Spanish Heritage de Nueva York). Además de los lienzos y de las noticias escritas sobre Rusiñol, hoy podemos reconstruir el paso y la huella de Rusiñol en Sagunt, gracias a unas fotografías, de las cuales hoy ofrecemos una curiosa toma sobre el Teatro saguntino, donde el pintor modernista nos ofrece su mirada legada a la posteridad.

viernes, 6 de marzo de 2020

EL VIAJERO ROMANO, CASSIANO DAL POZZO, CONTEMPLA MORVEDRE DESDE EL MAR






La mayoría de viajeros que han dejado la huella de su paso por Sagunto y su comarca hicieron su periplo por tierra y aquello que anotaron y recordaron es su visión de caminantes por nuestras calzadas, de paseantes por nuestras calles, o de senderistas por las montañas de nuestra orografía.
Pero si esto es así en la mayoría de viajeros, también es cierto que los ha habido que, aún no habiendo podido hollar su pie nuestra tierra, de ella no dejaron de hablar en sus escritos viajeros, si bien viéndola desde la distancia. Hoy nos centraremos en un viajero que tuvo la imagen de la ciudad de Murviedro y de sus muros y murallas en ruinas que jalonan su montaña, desde la cubierta de un barco, a su paso por la travesía marítima de nuestras costas.
El primer viaje de este tipo que describiremos será el que tuvo lugar a comienzos del siglo XVII, y del que nos dejó constancia escrita en su Diario, el erudito romano Cassiano dal Pozzo, acompañando a una legación papal comandada por el Cardenal Francesco Barberini. La legación papal del nepote la constituían cerca de cien personas, entre gentilhombres, camareros y criados.  Entre los primeros se hallaba un nutrido grupo de gran relevancia intelectual como Giovanni Battista Panfilio, el futuro Papa Inocencio X; el dramaturgo Giulio Rospigliosi, quien sería Papa Clemente IX; el poeta Girolamo Preti; el erudito escocés, George Conn; el amigo de Galileo Galilei, Ascanio Piccolomini de Aragón, futuro obispo de Siena; o el copero y consejero artístico, autor del Diario, Cassiano dal Pozzo.
El motivo del viaje de la legación era la misión diplomática de intercesión del Papa Urbano VIII entre las dos grandes potencias católicas regidas entonces por Luís XIII y Felipe IV, por encontrar la paz en la guerra por el control de la Valtellina, un valle estratégico situado al norte de Italia, lugar de paso de los Tercios hispánicos, entre el Estado de Milán y los Paises Bajos, en el recorrido del “camino español”. Así como asistir al bautismo de la infanta María Eugenia, y otras cuestiones políticas y económicas que solventaron el Rey y el Conde Duque de Olivares.
La legación salió de Roma la mañana del 31 de enero de 1626.  En el puerto de  Civitavecchia embarcó en cinco galeras pontificias que avanzaron costeando hasta llegar a Barcelona el 18 de marzo y de allí se dirigieron por tierra hasta Madrid.
El diario del que se conservan dos ejemplares manuscritos en la Biblioteca Apostólica Vaticana, no fue hecho para su publicación, sino para la lectura personal, la del Cardenal y su entorno, así como el de la Academia dei Lincei. El diario está repleto de interesantes descripciones propias de un erudito de actitud lincea, como observaciones naturalistas, costumbristas, antropológicas y artísticas.
La parte del relato del Diario que hace referencia a Murviedro corresponde al regreso de la legación papal desde El Grao de Valencia hasta Roma. En la ciudad de Valencia estuvieron cinco días, hospedándose en el Palacio Real y se hace especial mención de la visita al Real Colegio del Corpus Christi, más conocido como Colegio del Patriarca, donde admiraron el manuscrito hológrafo de Tomás Moro, De Tristizia Christi o Expositio passionis.
La tarde del 25 de Agosto de 1626 zarpaba la legación de El Grao rumbo a Barcelona:
“Partimos a remo viéndose la playa de todos los alrededores de El Grao llena de carrozas e infinita gente que allí permanecieron hasta que pudieron divisar con claridad las dichas galeras, y esto pese a un sol fortísimo que hacía aquel día. Navegamos durante toda la noche con vientos favorables con lo que pudimos recorrer un poco más de doce millas  divisándose Morviel, llamado quasi muri veteres porque está construido a partir de las ruinas del famoso Sagunto, del cual aún hoy día se ven algunos vestigios, como por ejemplo un trozo de fábrica que se cree que fue un anfiteatro. Encontramos allí una imagen de Aníbal en piedra y algunas otras donde se representa el ariete y otros instrumentos de guerra, así como varios fragmentos de muro de aquellos tiempos y se dice también que en aquellos alrededores hay un canal donde entra el agua del mar que es como un gran lago, en el cual hay peces de mar de muchos tipos y en el que dicen que dejan salir parte de agua y hacer entrar otra nueva. Esta tierra se llama Morviedro y se encuentra en mitad de una colina no demasiado alta”.

LA VISITA DEL PATRIARCA DE JERUSALÉN, NUNCIO APOSTÓLICO EN ESPAÑA, CARLO CAMILLO MASSIMO, A MORVEDRE (1654)

    Desde hace ya bastante tiempo, vengo dedicándole mi atención al tema de los viajeros y Sagunto. Debo mi devoción al tema a lo que me e...