La mayoría de
viajeros que han dejado la huella de su paso por Sagunto y su comarca hicieron
su periplo por tierra y aquello que anotaron y recordaron es su visión de caminantes
por nuestras calzadas, de paseantes por nuestras calles, o de senderistas por
las montañas de nuestra orografía.
Pero si esto
es así en la mayoría de viajeros, también es cierto que los ha habido que, aún
no habiendo podido hollar su pie nuestra tierra, de ella no dejaron de hablar
en sus escritos viajeros, si bien viéndola desde la distancia. Hoy nos
centraremos en un viajero que tuvo la imagen de la ciudad de Murviedro y de sus
muros y murallas en ruinas que jalonan su montaña, desde la cubierta de un
barco, a su paso por la travesía marítima de nuestras costas.
El primer
viaje de este tipo que describiremos será el que tuvo lugar a comienzos del
siglo XVII, y del que nos dejó constancia escrita en su Diario, el erudito romano Cassiano dal Pozzo, acompañando a una
legación papal comandada por el Cardenal Francesco Barberini. La legación papal
del nepote la constituían cerca de cien personas, entre gentilhombres,
camareros y criados. Entre los primeros
se hallaba un nutrido grupo de gran relevancia intelectual como Giovanni
Battista Panfilio, el futuro Papa Inocencio X; el dramaturgo Giulio Rospigliosi,
quien sería Papa Clemente IX; el poeta Girolamo Preti; el erudito escocés,
George Conn; el amigo de Galileo Galilei, Ascanio Piccolomini de Aragón, futuro
obispo de Siena; o el copero y consejero artístico, autor del Diario, Cassiano dal Pozzo.
El motivo del
viaje de la legación era la misión diplomática de intercesión del Papa Urbano
VIII entre las dos grandes potencias católicas regidas entonces por Luís XIII y
Felipe IV, por encontrar la paz en la guerra por el control de la Valtellina , un valle
estratégico situado al norte de Italia, lugar de paso de los Tercios hispánicos,
entre el Estado de Milán y los Paises Bajos, en el recorrido del “camino español”.
Así como asistir al bautismo de la infanta María Eugenia, y otras cuestiones
políticas y económicas que solventaron el Rey y el Conde Duque de Olivares.
La legación
salió de Roma la mañana del 31 de enero de 1626. En el puerto de Civitavecchia embarcó en cinco galeras
pontificias que avanzaron costeando hasta llegar a Barcelona el 18 de marzo y
de allí se dirigieron por tierra hasta Madrid.
El diario del
que se conservan dos ejemplares manuscritos en la Biblioteca Apostólica
Vaticana, no fue hecho para su publicación, sino para la lectura personal, la
del Cardenal y su entorno, así como el de la Academia dei Lincei. El diario está repleto de
interesantes descripciones propias de un erudito de actitud lincea, como
observaciones naturalistas, costumbristas, antropológicas y artísticas.
La parte del
relato del Diario que hace referencia
a Murviedro corresponde al regreso de la legación papal desde El Grao de
Valencia hasta Roma. En la ciudad de Valencia estuvieron cinco días,
hospedándose en el Palacio Real y se hace especial mención de la visita al Real
Colegio del Corpus Christi, más conocido como Colegio del Patriarca, donde
admiraron el manuscrito hológrafo de Tomás Moro, De Tristizia Christi o Expositio
passionis.
La tarde del
25 de Agosto de 1626 zarpaba la legación de El Grao rumbo a Barcelona:
“Partimos a
remo viéndose la playa de todos los alrededores de El Grao llena de carrozas e
infinita gente que allí permanecieron hasta que pudieron divisar con claridad
las dichas galeras, y esto pese a un sol fortísimo que hacía aquel día.
Navegamos durante toda la noche con vientos favorables con lo que pudimos
recorrer un poco más de doce millas
divisándose Morviel, llamado quasi
muri veteres porque está construido a partir de las ruinas del famoso Sagunto,
del cual aún hoy día se ven algunos vestigios, como por ejemplo un trozo de
fábrica que se cree que fue un anfiteatro. Encontramos allí una imagen de
Aníbal en piedra y algunas otras donde se representa el ariete y otros
instrumentos de guerra, así como varios fragmentos de muro de aquellos tiempos
y se dice también que en aquellos alrededores hay un canal donde entra el agua
del mar que es como un gran lago, en el cual hay peces de mar de muchos tipos y
en el que dicen que dejan salir parte de agua y hacer entrar otra nueva. Esta
tierra se llama Morviedro y se encuentra en mitad de una colina no demasiado
alta”.
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