martes, 14 de septiembre de 2010

ABEL MARTÍN Y JUAN DE MAIRENA: HUELLA DE MACHADO EN VALENCIA

(Viñeta de Ramón Gaya, sobre A. Machado, publicada en Hora de España)



Con fecha de Enero de 1937, en las páginas del primer número de la mítica revista, Hora de España, se editaba en Valencia, bajo el título de "Consejos, sentencias y donaires de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín", un grupo de fragmentos ensayísticos de los que son un buen ejemplo los cuatro que más adelante recogemos.


Aparecieron junto a ellos, en la revista, textos de María Zambrano, José Bergamín, Juan Gil-Albert, o Rafael Dieste, entre otros. En ellos se nos muestran las ideas de los "complementarios" de Machado, sobre el silencio, la guerra, la fraternidad, y la duda.

Se hallaba Machado, por aquel entonces, alojado junto a su familia en el chalet "Villa Amparo", en el pueblo valenciano de Rocafort, y allí escribiría poemas, junto a otros textos de diversa índole, que iría bien ofreciendo a revistas y a la prensa periodística, bien exponiéndolos públicamente en actos vindicativos, e incluso llegando con ellos a publicar el libro La guerra, último libro que publicó Machado en vida.





ABEL MARTÍN / JUAN DE MAIRENA




I
Sólo en el silencio, que es, como decía mi maestro, el aspecto sonoro de la nada, puede el poeta gozar plenamente del gran regalo que le hizo la divinidad, para que fuese cantor, descubridor de un mundo de armonías. Por eso el poeta huye de todo guirigay y aborrece esas máquinas parlantes con que se pretende embargarnos el poco silencio de que aún pudiéramos disponer.




II
Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda. De este modo premia Dios al escéptico y confunde al creyente.



III
Cuando el Cristo vuelva –decía mi maestro–, predicará el orgullo a los humildes, como ayer predicaba la humildad a los poderosos. Y sus palabras serán, aproximadamente, las mismas: «Recordad que vuestro padre está en los cielos; tan alta es vuestra alcurnia por parte de padre. Sobre la tierra sólo hay ya para vosotros deberes fraternos, independientes de los vínculos de la sangre. Licenciad de una vez para siempre al bíblico semental humano.»

IV
Cuando los hombres acuden a las armas, la retórica ha terminado su misión. Porque ya no se trata de convencer, sino de vencer y abatir al adversario. Sin embargo, no hay guerra sin retórica. Y lo característico de la retórica guerrera consiste en ser ella la misma para los dos beligerantes, como si ambos comulgasen en las mismas razones y hubiesen llegado a un previo acuerdo sobre las mismas verdades. De aquí deducía mi maestro la irracionalidad de la guerra, por un lado, y de la retórica, por otro.

3 comentarios:

Isabel dijo...

Sigo aprendiendo con tus entradas, de ves en cuando releo un libro de poemas de Gil-Albert, entrañable y poco conocido.

Saludos

Juan Antonio Millón dijo...

Para mí también es una lección contar con tu amistad, Isabel, si me permites decirlo así.

Coincido contigo en que Gil-Albert es un autor imprescindible. Releo de forma contínua su Breviarium vitae y siempre me instruye y me place la maestría de su palabra y su reflexión.

Un abrazo.

Isabel dijo...

Vengo a ver tu contestación y me doy cuenta de mi error, quise decir "de vez en cuando".

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