miércoles, 25 de noviembre de 2020

FRANCISCO BRINES EN SAGUNTO






El 10 de diciembre de 1993, Francisco Brines visitaba Sagunto, convidado por la Fundación de Cultura para asistir a uno de los Divendres de Poesia que organizaba el Ayuntamiento bajo la dirección del poeta y profesor Francisco Salinas. Me cupo el honor de presentarlo con una breve introducción a su persona y su poesía. De aquel acto, rescato unas palabras y unas fotos que el tiempo va borrando:

 

"La ética nace en Brines de la rebeldía, librando un obstinado combate contra la pureza. Precisamente, esta crítica de lo puro, de raigambre ética, tiene una de sus mejores explicitaciones en el poema incluido en Materia narrativa inexacta, en el largo poema “El Santo Inocente”, en cuya última estrofa leemos:

 

El hombre es esto:

alguien que, sin amor a un niño,

lo eleva a los altares

para crear la fe;

y luego, arrodillado, gime.

El hombre es esta carne marchita y negra,

una débil razón

y un sentimiento frágil.

Si existe Dios asumirá el fracaso."



jueves, 29 de octubre de 2020

UNA NOCHE EN COMISARÍA LEYENDO VERSOS DE GABRIEL CELAYA

 




Iba a ser mi primera votación política. Aquel diciembre de 1978 acababa de cumplir 18 años y tenía ganas de intervenir en una decisión ciudadana, popular. Pero desde el mismo septiembre -en que cumplía la edad adulta- militaba en un pequeño partido de izquierdas, el MC, que propugnaba ante el Referéndum la abstención. Así fue para mí aquel 6 de diciembre de 1978: el jovencito apoderado del Moviment Comunista del País Valencià departió en su colegio electoral, con sus conciudadanos, un día de celebración democrática, pero sin depositar ninguna papeleta en aquella urna. Éramos, lo que se llamaba entonces, la "izquierda extraparlamentaria". Fue un comienzo paradójico que se sumaría a mi vida paradójica.

Dos días antes de la votación, mientras pegábamos unos carteles en la avenida principal de la ciudad de Sagunto, fuimos detenidos varios militantes del MC, -junto a otros compañeros de la OIC- porque aparecía en ellos la figura del Rey. Fue mi primera noche en un calabozo de Comisaría. Yo era el más joven del grupo y fueron llamándonos de uno en uno para la declaración y a mí me dejaron el último. En aquella celda oscura y fría, busqué en mis bolsillos un papel en el que tenía un poema de Celaya que hacía tiempo me acompañaba y lo leí, esperando el interrogatorio, recordando a mi abuelo Rafael, asesinado en la cárcel de Jaén:



ESPAÑA EN MARCHA


Nosotros somos quien somos.

¡Basta de Historia y de cuentos!

¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.

 

Ni vivimos del pasado,

ni damos cuerda al recuerdo.

Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.

 

Somos el ser que se crece.

Somos un río derecho.

Somos el golpe temible de un corazón no resuelto.

 

Somos bárbaros, sencillos.

Somos a muerte lo ibero

que aún nunca logró mostrarse puro, entero y verdadero.

 

De cuanto fue nos nutrimos,

transformándonos crecemos

y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

 

¡A la calle! que ya es hora

de pasearnos a cuerpo

y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo.

 

No reniego de mi origen

pero digo que seremos

mucho más que lo sabido, los factores de un comienzo.

 

Españoles con futuro

y españoles que, por serlo,

aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.

 

Recuerdo nuestros errores

con mala saña y buen viento.

Ira y luz, padre de España, vuelvo a arrancarte del sueño.

 

Vuelvo a decirte quién eres.

Vuelvo a pensarte, suspenso.

Vuelvo a luchar como importa y a empezar por lo que empiezo.

 

No quiero justificarte

como haría un leguleyo,

Quisiera ser un poeta y escribir tu primer verso.

 

España mía, combate

que atormentas mis adentros,

para salvarme y salvarte, con amor te deletreo.


(De Cantos iberos, 1955)



miércoles, 14 de octubre de 2020

UNA ENTREVISTA A ADELAIDA GARCÍA MORALES (GLOSA, 1987)

 



En abril de 1987 salió el único número de la revista universitaria valenciana Glosa. Confeccionada por un grupo de alumnos de la Facultad de Filología, la apasionante y juvenil aventura editora solo pudo llegar a plasmarse en este solitario primer número. En él se recogieron temas diversos de la mano de estudiantes y profesores, con una calidad que aún nos sorprende: Cristóbal Serra nos preparó una gavilla de aforistas; transcribimos y publicamos un conjunto de prosas de Juan Gil-Albert; Xaverio Ballester presentó una breve antología de poesía polaca; etc.

Para ese número, Francisca Sánchez Pinilla y quien esto escribe preparamos una entrevista a la novelista Adelaida García Morales, con quien departimos una agradable tarde madrileña en un bar cerca de donde vivía por aquel entonces, enero de 1987. Una larga entrevista, en la que se trataron multitud de temas, y que hoy he querido rescatar para el blog.










martes, 18 de agosto de 2020

LLUÍS GUARNER Y SUS TRADUCCIONES DE PAUL VERLAINE


 

La traducción de la obra de Verlaine será una constante en la labor literaria de Lluís Guarner (1902-1986). Así lo prueban sus iniciales incursiones en la traducción de poemas sueltos en diversos periódicos, ante todo Las Provincias, durante los años 20, que después recogería en diversos volúmenes. A estos primeros tanteos aludía el propio Guarner en su prólogo a la Antología poética editada por Bruguera en 1969:

«De pronto, vinieron a mi recuerdo tantas y tantas evocaciones del poeta predilecto desde mi juventud, cuando desde los inicios del aprendizaje del francés, comencé a traducir poemas del maestro admirado y siempre misterioso...».

En 1930 aparecerán, por primera vez, las ediciones de sus traducciones de Paul Verlaine: Sus mejores versos –en la célebre colección «Los Poetas»–, y la Antología poética, publicada en Madrid por la CIAP. También en el ámbito de su labor traductora da a la imprenta su versión de las Poesías del poeta belga Rodenbach, bajo el sello de la editorial catalana Fama.

En carta con fecha de 19 de noviembre de 1930, desde Barcelona, le dice su amigo, el editor valenciano Vicente Clavel:

«El tomito de Rodenbach está ya terminado; pero esta huelga ha impedido tirar el último color de la cubierta, y por esta circunstancia no se podrá encuadernar hasta varios después que se resuelva la huelga de las Artes Gráficas. Hoy es el tercer día de huelga general y usted no puede figurarse lo que esto me trastorna. Después de la huelga de grabadores, que ha durado dos meses y medio, surge la de los tipógrafos. Desde septiembre no he puesto ningún nuevo libro a la venta, y son 10 ó 12 los títulos que tengo terminándose».

Uno de los elogios académicos a sus traducciones de poesía francesa, en este caso de Baudelaire, se halla en una carta que se encuentra en el archivo de Benifairó, correspondiente al entonces profesor de francés de la Universidad de California, William Aggeler, quien en el año 1964 se encontraba en España, realizando una investigación sobre «Baudelaire visto por los españoles». Desde la residencia del CSIC le escribió interesándose por sus traducciones:

«J´approuve complètement le but de votre traduction, et je crois que vous avez reussi admirablement».

Aggeler le comenta que se encuentra en España para preparar un estudio (artículo o monográfico) sobre la evolución de la opinión de los españoles sobre Baudelaire. Quiere comprobar si se produce la misma evolución crítica en la recepción de la obra baudelaireana que la acontecida en Francia, aspecto que ha estudiado su compañero A.E. Carter. Finalmente le pregunta por las traducciones de Teodoro Llorente de Baudelaire que él no ha encontrado y le expone algunas de las opiniones de escritores españoles sobre el maestro del simbolismo.

Unos años más adelante, a finales de los setenta, Teodoro Sáez Hermosilla, catedrático de francés en la Universidad de Cáceres, envió a Guarner diversas cartas interesándose por sus traducciones de Verlaine. En una de ellas le comentaba:

«Puedo anticiparle –y no es en absoluto adulación– que su labor en este punto no sólo es la más abnegada y entusiasta, sino una de las de más alta calidad. Sabía que era Ud. catedrático y suponía que lo era de Francés dado su perfecto conocimiento de tal lengua».

En su tesis dedicada al estudio de Verlaine en España, dice:

«Esta etapa, más dispersa en sus producciones, está dominada por la obra incansable de Luis Guarner que se extiende desde 1929 a 1973. Comprende tres volúmenes de traducciones sobre cinco originales completos, cinco antologías generales y un Apéndice que recopila algunas versiones de la época modernista. Este largo camino de acercamiento hace de Guarner el mejor conocedor en España de la textología de Verlaine».

Este año, 1944, Lluís Guarner ofrecerá, dentro de lo que denominaríamos su faceta verlainiana, tres importantes jalones. En primer lugar, participará en un recital poético, impartido en la Universidad de Valencia por el centenario de Paul Verlaine, el 31 de mayo de 1944. La interpretación lírica del acto corrió a cargo de Juan Bautista Bertrán y hubo un recital cantado por la liederista Helena Benzeft de varias piezas de Fauré y Debussy sobre poemas de Verlaine.

El 23 de abril de 1944 el hispanista francés Maurice Legendre, entonces director de la Casa Velázquez, le escribe a Guarner agradeciéndole el envío de una traducción de Verlaine, diciéndole:

«...al leerla he admirado, como había admirado en sus traducciones de Verlaine, la paradoja de una traducción que vale plenamente como el original, la traducción de un poeta. La verdadera poesía no se agota en las palabras del que primero ha recibido la inspiración, pero bien pocos son los que pueden a la vez respetar y vivificar con palabras nuevas la inspiración que a ellos se comunica».

 Tres días después recibía Lluís otra misiva de Legendre informándole que le había propuesto su nombre a Guinard para que dictara en el Instituto Francés de Madrid una conferencia por el centenario del nacimiento de Verlaine. El día 14 de diciembre, con el título de «Verlaine en España y España en Verlaine», ofrecía Guarner su conferencia al público madrileño.

Este año publicará en la colección «Adonais» de la editorial Hispánica, su traducción de Fiestas galantes y Romanzas sin palabras de Verlaine. Juan Guerrero escribe a Guarner, desde Adonais, en abril de 1944, diciéndole que ha leído su traducción del poema catalán de Jacint Verdaguer, San Francisco, y que la traducción de Verlaine van a editarla pronto:

«…nos (refiriéndose también a José Luis Cano) parece bien darlo con motivo del centenario, ya que estamos en deuda con nuestro ofrecimiento de poetas extranjeros».

Esta participación en Adonais es un exponente de sus relaciones, por entonces, con el grupo poético de posguerra. A este respecto, es muy importante una carta que le envía José Luis Cano, con el membrete de «Adonais», en la que le agradece el envío, desde Algeciras, de su traducción de San Francisco, junto a la separata de Mediterráneo y le informa de la tardanza de la publicación de su traducción de Verlaine, que finalmente se imprimirá a principios de septiembre de 1944.



martes, 19 de mayo de 2020

EL BOTÁNICO CAVANILLES VISITA SAGUNTO: UNA FICCIÓN EN LA HISTORIA.

El gran botánico de la Ilustración valenciana, Antonio José Cavanilles, recibió en 1791 el encargo del monarca Carlos IV de realizar un extenso estudio “de los vegetales de la nación”, y comenzó por examinar la flora que tenía más cercana, dando lugar, cinco años más tarde, a su libro, Observaciones sobre Historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia.
En agotadoras y exhaustivas jornadas de trabajo de campo, Cavanilles recorrió todo el territorio del Reino y en una de esas excursiones científicas recaló en la comarca que hoy denominamos Camp de Morvedre, haciendo su entrada por Almenara y recorriendo, antes de llegar a Morvedre, la subcomarca de la Vall de Segó.
Una vez en Morvedre contactó con varios sujetos que le suministraron una valiosa información: boticarios, labradores, pastores, el cura párroco y varios ilustrados locales, entre los cuales sobresalió el abogado Enrique Palos y Navarro. Este le acompañó en el viaje por el teatro y el castillo, y de esa pesquisa dejó anotadas Cavanilles unas valiosas líneas en su obra.
Después de pasar todo el día investigando por la ciudad y sus aledaños, Cavanilles se dirigió hacia la Vall de Jesús, zona que se encuentra entre Morvedre y Puçol, no sin antes acogerse a una opípara comida con la que quisieron obsequiar las autoridades de la Villa a tan ilustre científico viajero, representante de su Majestad.
El caso es que, bien fuese por la fatiga del trabajo, bien por lo copioso de las viandas, apenas recorridas unas leguas del camino de Puçol, Cavanilles tuvo que parar y descansar al arrimo de la sombra de un algarrobo que se hallaba allí cerca del camino.
En su siesta, tuvo nuestro botánico un extraño sueño en el que se le apareció nada menos que un ilustre antecesor suyo en las lides de las ciencias naturales, el romano Plinio el Viejo, cuya obra seguía siendo un cúmulo inigualable de saberes. Con él deparó una agradable y ejemplar conversación. Y quiso, en ese sueño, instruirle Plinio en la apreciación de los boleti tóxicos:
“Algunas de las setas venenosas se reconocen fácilmente por su tono rojo claro, su aspecto rancio y su color grisáceo por dentro; están llenas de grietas y estrías y con el borde pálido. No todas las venenosas son de este tipo, pues hay algunas secas y muy parecidas a las comestibles, que llevan como unas gotas blancas encima, que caen desde la piel externa.”
Cavanilles despertó sobresaltado y empapado en sudor. Creyó, en su sueño, probar una de aquellas amanitas phalloides que le acercaba con sus manos el viejo Plinio y comenzó a sentir una quemazón insoportable en la boca del estómago y náuseas. Bebió agua en abundancia y más tarde comprendió que todo no era sino fruto del pesado ágape saguntino, la visión de las ruinas romanas visitadas y la lectura que la noche anterior,  pasada en un hostal de Almenara,  hizo del libro XXII de la Naturalis Historia, del sabio romano: “Botánica y plantas misceláneas”.
Después de aquel día, Cavanilles tuvo un especial aprecio y cuidado hacia las setas y siempre que podía, y las condiciones lo aconsejaban, salía a los montes en busca de aquellos boletus que tanto atrajeron a Plinio y que hoy a tantos apasionan.

lunes, 23 de marzo de 2020

VIAJE A MURVIEDRO DEL "GENTILUOMO" GIOVANNI BEMBO (1505)

Dibujo del teatro romano saguntino por Anton Van Wyngaerden (1563) 




Imaginar a Giovanni Bembo con sus caballeros venecianos, acompañados por el poeta sevillano Juan Partenio Tovar –de quien se resaltaba su extravagante forma de vestir en la Valencia del XVI- y el joven Juan Luis Vives, declamando y tomando apuntes y bocetos de las ruinas y las letras romanas, es una de las bellas imágenes que no debemos olvidar y que podemos formarnos de un tiempo cuya memoria hoy sólo nos traen viejos papeles o libros eruditos.

El veneciano Giovanni Bembo (1473-1547) visitó nuestra ciudad a comienzos del siglo XVI, cuando los humanistas de toda Europa se acercaban a ella en busca de las huellas arqueológicas de la Antigüedad. Allí copió varias inscripciones, pudo contemplar y gozar de los grandes vestigios de la Antigüedad (el Teatro romano y el “Templo de Diana”), acompañado por el poeta, recién nombrado catedrático de Poesía y Oratoria en la Universidad de Valencia (1503) −venido de Roma y protegido de los Borja−, Juan Partenio Tovar quien ejerció hasta el curso 1513-14, teniendo como alumno a un joven Juan Luis Vives antes de verse obligado a su exilio a las tierras del Norte.

El relato de aquella visita la hizo el propio Bembo en una carta latina[i] que escribió a un amigo de Corfú, Andrea Anesi, en 1536, y que recogió y publicó el Abate Iacopo Morelli, bibliotecario de San Marco, en Venecia (1803).  




[i] Leemos en dicha carta: “Tunc fama excidii Saguntìni pellexit me cum Parthenio Tovar poeta Saguntun ire, quod a Valentia distat quinque millia passuum. nunc dicitur Monvedro. Vestigia maxime urbis adparent, et Templum Dianae conspicitur, et Teatrum integrum cum suis scenis in declivo montis aedificatum. Sagunti multa Epitaphia descripsi ...”.


lunes, 16 de marzo de 2020

BENEDETTO CROCE EN SAGUNTO (1889)







Un joven Benedetto Croce, con tan solo veintitrés años, visitó la ciudad de Sagunto en la primavera de 1889. Lo acompañaba su paisano y antiguo compañero de estudios, Francisco Capece Galeota. Este viaje por la península, recorriendo paisajes y ciudades de España y Portugal, fue espoleado por la lectura del libro de Edmondo De Amicis, España, publicado en 1872, y por su interés y sus estudios sobre la historia de las relaciones entre España y el reino de Nápoles. Al mismo tiempo, suponía un asueto para despejar la tristeza en la que se vio sumido el joven filósofo e historiador, cuando cinco años antes su familia, sus padres y su hermana, murieron en Casamicciola –en la isla de Ischia, donde veraneaban- debido a un terrible terremoto que le dejó también a él semienterrado y malherido entre los escombros de aquel seísmo.
De aquel viaje, tomó Croce unas notas por aquel entonces que, posteriormente en 1926, retomó para pasarlas a limpio, aunque no las daría a la luz pública; hasta que en 1961, nueve años después de su muerte, fue publicado por su amigo y biógrafo, Fausto Nicolini, como separata del Bolletino dell´Archivio storico del Banco di Napoli.
Las notas referentes a su visita saguntina fueron publicadas en la revista Braçal (en el número 9, de 1994), traducidas y con una introducción del catedrático de italiano de la Universidad de Salamanca, Félix Fernández Murga, con quien contacté y al que pedí que nos pasara -al Centre d´Estudis del Camp de Morvedre- un adelanto de su trabajo, que sería, un año después, publicado por la Universidad de Sevilla: Benedetto Croce, En la península ibérica. Cuaderno de viaje (1889), Sevilla, 1993.
He aquí lo que nos legó Benedetto Croce:

15 DE MAYO
Al tomar el tren para Murviedro (Sagunto) a primeras horas de la mañana, nos hemos encontrado en el vagón con un viejecito muy pulido y simpático, que en un primer momento nos ha ofrecido sus periódicos para que los leyéramos, y luego ha entablado conversación con nosotros y, al saber que éramos italianos y que íbamos a Sagunto, nos ha dicho: Siento mucho no poder acompañarles y hacerles de guía; pero les voy a dar una tarjeta de presentación para un amigo mío, don Antonio Chabret, que es el historiador de Sagunto. El viejecito es también a su vez un erudito local de Valencia: Eduardo Pérez y Pujol[i] (Eixarchs, 7, Valencia), según hemos leído en su tarjeta de visita. Pero, desafortunadamente, en Sagunto no hemos podido encontrar a Chabret, que había salido a dar una vuelta por asuntos de su profesión y que volvería demasiado tarde para nosotros. De todos modos, he comprado su obra en la tienda del salchichonero, tabaquero y librero del lugar. Dando una vuelta por la Sagunto moderna, hemos visitado su iglesia gótica de bella fachada, abarrotada de mujeres sentadas al modo oriental. Hemos subido luego al castillo con la guía de un soldado. Dicho castillo cubre toda la colina en la que se alzaba la ciudad antigua: al lado izquierdo de la colina, mirando al mar, están las ruinas del teatro; más abajo, casi toda en el llano, está Murviedro, que ahora ha vuelto a tomar el nombre de Sagunto. La colina de la antigua Sagunto surge en una cuenca cerrada por un circo, más amplio y lejano, de otras colinas, y es muy pendiente por todos sus lados, excepto uno, por el que baja más suavemente hacia el llano. A la vuelta hemos visitado el teatro, donde se hacían las funciones, como explicaba el guardián. Hemos permanecido un buen rato en la colina, disfrutando desde allí de la jornada, triunfante de luz, y de la vista de la fertilísima campiña valenciana.”




[i] Eduardo Pérez Pujol fue un Catedrático de Derecho, que ocupó el cargo de Rector de la Universidad de Valencia durante varios años. Un distinguido intelectual progresista, adscrito al krausismo. En el momento en que Croce lo conoce se encuentra jubilado.


sábado, 7 de marzo de 2020

SANTIAGO RUSIÑOL: LA MIRADA MODERNISTA EN SAGUNTO





Los viajeros no sólo han dejado su huella en la escritura, bien sea en cartas, diarios o en alguna de las variedades de la literatura de viaje, sino que sus manos les han llevado al papel, al lienzo –o a cualquier otro soporte o materia- donde la línea, el color, el volumen, la imagen en definitiva, ha estampado su impronta. Dibujos, cuadros, grabados, escultura, etc., nos hablan del paso de sus autores y de su visión –naturalista, idealizada, simbólica….- de nuestra ciudad.
            Hoy recalaremos en la visita y la estancia del pintor y escritor modernista Santiago Rusiñol a nuestra tierra. Fue a comienzos del siglo XX y el periódico de Teodoro Llorente recogía en su edición del domingo 7 de abril de 1901 la noticia: “Ha llegado a Valencia el distinguido y afamado pintor y literato catalán D. Santiago Rusiñol. Acompañado por varios socios del Círculo de Bellas Artes ha visitado nuestra población y le acompañarán el lunes a Sagunto”. La visita de Rusiñol obedecía a dos propósitos principalmente: promover el estreno de su obra L´alegria que passa en el Teatro Ruzafa por la Compañía valenciana de Agapito Cuevas y el estudio pictórico de jardines, cementerios y calvarios.
            Acompañado, entre otros,  por su amigo y discípulo, el joven periodista y abogado –después gran escritor y músico-, Eduardo López Chavarri y el catedrático de Bellas Artes de la Universidad de Valencia, Rafael Domènech, se dirigió a Sagunto el lunes 8 de Abril de 1901, donde les esperaba el médico y cronista saguntino, Antonio Chabret Fraga.
            Aquí residió durante unas semanas, al menos hasta el 24 de Abril, cuando en el Círculo de Bellas Artes ofreció una lectura pública de su obra dramática Llibertat, de la cual escribió varias escenas durante su estancia saguntina. Así lo recogía la prensa: “Santiago Rusiñol gran artista cuya alma de poeta tiene inspiraciones admirables, dio al Círculo las primicias de una obra escénica, que ha comenzado á escribir en Sagunto y que es una producción llena de nervio…”.
            Pero, además de dedicarse a escribir su obra teatral, y -acompañado de la mano y la sabia explicación de Antonio Chabret-, pasear, visitar las ruinas antiguas –López Chavarri recordaría, años más tarde, cómo Rusiñol recitó de memoria versos de Verdaguer en la escena vacía del teatro-, así como asistir a varias audiones musicales –entre ellas, el estreno de la zarzuela de Chabret El Fantasma-, el artista catalán fijó su mirada pictórica y poética sobre nuestra población, y de ella surgieron, al menos, tres excelentes lienzos: Calvari de Sagunt (aunque no se sabe su paradero en la actualidad, se poseen de él varias fotografías), Calvari cap a la tard (propiedad de la Hispanic Society of America), y Teatre Romà de Sagunt (propiedad de la Spanish Heritage de Nueva York). Además de los lienzos y de las noticias escritas sobre Rusiñol, hoy podemos reconstruir el paso y la huella de Rusiñol en Sagunt, gracias a unas fotografías, de las cuales hoy ofrecemos una curiosa toma sobre el Teatro saguntino, donde el pintor modernista nos ofrece su mirada legada a la posteridad.

viernes, 6 de marzo de 2020

EL VIAJERO ROMANO, CASSIANO DAL POZZO, CONTEMPLA MORVEDRE DESDE EL MAR






La mayoría de viajeros que han dejado la huella de su paso por Sagunto y su comarca hicieron su periplo por tierra y aquello que anotaron y recordaron es su visión de caminantes por nuestras calzadas, de paseantes por nuestras calles, o de senderistas por las montañas de nuestra orografía.
Pero si esto es así en la mayoría de viajeros, también es cierto que los ha habido que, aún no habiendo podido hollar su pie nuestra tierra, de ella no dejaron de hablar en sus escritos viajeros, si bien viéndola desde la distancia. Hoy nos centraremos en un viajero que tuvo la imagen de la ciudad de Murviedro y de sus muros y murallas en ruinas que jalonan su montaña, desde la cubierta de un barco, a su paso por la travesía marítima de nuestras costas.
El primer viaje de este tipo que describiremos será el que tuvo lugar a comienzos del siglo XVII, y del que nos dejó constancia escrita en su Diario, el erudito romano Cassiano dal Pozzo, acompañando a una legación papal comandada por el Cardenal Francesco Barberini. La legación papal del nepote la constituían cerca de cien personas, entre gentilhombres, camareros y criados.  Entre los primeros se hallaba un nutrido grupo de gran relevancia intelectual como Giovanni Battista Panfilio, el futuro Papa Inocencio X; el dramaturgo Giulio Rospigliosi, quien sería Papa Clemente IX; el poeta Girolamo Preti; el erudito escocés, George Conn; el amigo de Galileo Galilei, Ascanio Piccolomini de Aragón, futuro obispo de Siena; o el copero y consejero artístico, autor del Diario, Cassiano dal Pozzo.
El motivo del viaje de la legación era la misión diplomática de intercesión del Papa Urbano VIII entre las dos grandes potencias católicas regidas entonces por Luís XIII y Felipe IV, por encontrar la paz en la guerra por el control de la Valtellina, un valle estratégico situado al norte de Italia, lugar de paso de los Tercios hispánicos, entre el Estado de Milán y los Paises Bajos, en el recorrido del “camino español”. Así como asistir al bautismo de la infanta María Eugenia, y otras cuestiones políticas y económicas que solventaron el Rey y el Conde Duque de Olivares.
La legación salió de Roma la mañana del 31 de enero de 1626.  En el puerto de  Civitavecchia embarcó en cinco galeras pontificias que avanzaron costeando hasta llegar a Barcelona el 18 de marzo y de allí se dirigieron por tierra hasta Madrid.
El diario del que se conservan dos ejemplares manuscritos en la Biblioteca Apostólica Vaticana, no fue hecho para su publicación, sino para la lectura personal, la del Cardenal y su entorno, así como el de la Academia dei Lincei. El diario está repleto de interesantes descripciones propias de un erudito de actitud lincea, como observaciones naturalistas, costumbristas, antropológicas y artísticas.
La parte del relato del Diario que hace referencia a Murviedro corresponde al regreso de la legación papal desde El Grao de Valencia hasta Roma. En la ciudad de Valencia estuvieron cinco días, hospedándose en el Palacio Real y se hace especial mención de la visita al Real Colegio del Corpus Christi, más conocido como Colegio del Patriarca, donde admiraron el manuscrito hológrafo de Tomás Moro, De Tristizia Christi o Expositio passionis.
La tarde del 25 de Agosto de 1626 zarpaba la legación de El Grao rumbo a Barcelona:
“Partimos a remo viéndose la playa de todos los alrededores de El Grao llena de carrozas e infinita gente que allí permanecieron hasta que pudieron divisar con claridad las dichas galeras, y esto pese a un sol fortísimo que hacía aquel día. Navegamos durante toda la noche con vientos favorables con lo que pudimos recorrer un poco más de doce millas  divisándose Morviel, llamado quasi muri veteres porque está construido a partir de las ruinas del famoso Sagunto, del cual aún hoy día se ven algunos vestigios, como por ejemplo un trozo de fábrica que se cree que fue un anfiteatro. Encontramos allí una imagen de Aníbal en piedra y algunas otras donde se representa el ariete y otros instrumentos de guerra, así como varios fragmentos de muro de aquellos tiempos y se dice también que en aquellos alrededores hay un canal donde entra el agua del mar que es como un gran lago, en el cual hay peces de mar de muchos tipos y en el que dicen que dejan salir parte de agua y hacer entrar otra nueva. Esta tierra se llama Morviedro y se encuentra en mitad de una colina no demasiado alta”.

sábado, 29 de febrero de 2020

DOS SABIOS PRUSIANOS EN SAGUNTO: LOS HERMANOS ALEXANDER Y WILHELM VON HUMBOLDT (I)

                  Alexander von Humboldt y su compañero de viaje, Aimé Bonpland


   Dos grandes inteligencias, pioneras en los diversos saberes del último tercio del siglo XVIII y primero del XIX, se dieron cita en la por entonces llamada ciudad de Murviedro. Fue casi simultánea su estancia en Sagunto. Primero fue la visita del hermano menor, Alexander, -representante de las ciencias empíricas: la geología, la astronomía, la botánica-, en los primeros meses del año 1799; y un poco más adelante, en marzo de 1800, sería el mayor, Wilhelm –representante de la filología y otros saberes humanísticos- quien acercara a nuestra ciudad su entusiasmo y su sabiduría que se vio reflejada en un extraordinario opúsculo-carta dirigido a su amigo y maestro estimadísimo, Johann Wolfang Goethe. Aunque un misma ansia de conocimiento y un mismo ímpetu de exploración guio a ambos hermanos, fueron sus visiones y sus proyectos, así como sus vivencias, divergentes. Como confrontadas fueron sus llegadas al mismo destino de Sagunto: Alexander, desde el norte, proveniente de Barcelona y Tarragona, mientras que Wilhelm se acercaría desde el sur, después de una breve estancia en Alicante y Valencia. 

   Alexander, quien había entrado a España por la Junquera el 3 de enero de 1799, junto a su compañero, el biólogo francés Aimé Bonpland, comenzaba en nuestras tierras una gran aventura científica que le llevaría a recorrer gran parte de la América del Sur. Fueron tres las ocasiones en que visitó nuestra ciudad: la primera fue hacia mediados del mes de enero de 1799, después de realizar algunas excursiones a Mosntserrat y Tarragona; la segunda fue el 31 de enero, en el trayecto de su viaje desde Barcelona a Valencia, donde llevó a cabo mediciones de las ruinas, ya que debido a la nubosidad en su primera estancia, no había podido realizarlas; y, finalmente, el día 9 de febrero volvió de nuevo a visitar el castillo. Aunque, por desgracia, no se ha conservado la parte de su Diario correspondiente al periplo español, en varias de sus cartas y en algunas de sus obras y artículos podemos rastrear el paso de Alexander Humboldt por nuestra tierra. Cuatro son las ocasiones en que Alexander alude en su obra a Sagunto: En la carta que dirige a Franz Xaver von Zach, leemos: “Las mediciones que más me gustó realizar son las que, con todo cuidado, llevé a cabo el 17 y el 21 de Pluviosê por encima de Valencia y desde la vieja Sagunto…La primera vez que visité las ruinas de Sagunto, el castillo de Murviedro, las nubes me impidieron realizar mediciones. El 12 de Pluviosê regresé allí y coloqué mi horizonte a unos 200 metros al sur del anfiteatro, en dirección a las ruinas del templo de Diana, y hallé la latitud de Murviedro y Sagunto a 39º 40´ 40´´, mientras que Tofiño da 39º 40´ 10´´. La longitud es 10´ 14´´ oeste”. Y en la carta que dirige al botánico Wildenow, dice: “No digo nada [refiriéndose a las maravillas y excelencias de las tierras que visitaba] de Tarragona, de la montaña de Murviedro, ni del templo de Diana de la antigua Sagunto, de su anfiteatro inmenso ni de la torre de Hércules de donde se pueden divisar las torres de Valencia por encima de un bosque de dátiles”. También encontramos alusiones, aunque escuetas, en su Recueil d´Observations astronomiques, en el Ensayo político sobre el Reino de Nueva España, y en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, donde dictamina: “En Murviedro (la antigua Sagunto) determiné la posición de las ruinas del templo de Diana, cerca del convento de los Trinitarios. Estan ruinas están a 39º 40´ 26´´ de latitud, y 0h. 10´ 34´´ de longitud”.

LA VISITA DEL PATRIARCA DE JERUSALÉN, NUNCIO APOSTÓLICO EN ESPAÑA, CARLO CAMILLO MASSIMO, A MORVEDRE (1654)

    Desde hace ya bastante tiempo, vengo dedicándole mi atención al tema de los viajeros y Sagunto. Debo mi devoción al tema a lo que me e...