viernes, 6 de marzo de 2020

EL VIAJERO ROMANO, CASSIANO DAL POZZO, CONTEMPLA MORVEDRE DESDE EL MAR






La mayoría de viajeros que han dejado la huella de su paso por Sagunto y su comarca hicieron su periplo por tierra y aquello que anotaron y recordaron es su visión de caminantes por nuestras calzadas, de paseantes por nuestras calles, o de senderistas por las montañas de nuestra orografía.
Pero si esto es así en la mayoría de viajeros, también es cierto que los ha habido que, aún no habiendo podido hollar su pie nuestra tierra, de ella no dejaron de hablar en sus escritos viajeros, si bien viéndola desde la distancia. Hoy nos centraremos en un viajero que tuvo la imagen de la ciudad de Murviedro y de sus muros y murallas en ruinas que jalonan su montaña, desde la cubierta de un barco, a su paso por la travesía marítima de nuestras costas.
El primer viaje de este tipo que describiremos será el que tuvo lugar a comienzos del siglo XVII, y del que nos dejó constancia escrita en su Diario, el erudito romano Cassiano dal Pozzo, acompañando a una legación papal comandada por el Cardenal Francesco Barberini. La legación papal del nepote la constituían cerca de cien personas, entre gentilhombres, camareros y criados.  Entre los primeros se hallaba un nutrido grupo de gran relevancia intelectual como Giovanni Battista Panfilio, el futuro Papa Inocencio X; el dramaturgo Giulio Rospigliosi, quien sería Papa Clemente IX; el poeta Girolamo Preti; el erudito escocés, George Conn; el amigo de Galileo Galilei, Ascanio Piccolomini de Aragón, futuro obispo de Siena; o el copero y consejero artístico, autor del Diario, Cassiano dal Pozzo.
El motivo del viaje de la legación era la misión diplomática de intercesión del Papa Urbano VIII entre las dos grandes potencias católicas regidas entonces por Luís XIII y Felipe IV, por encontrar la paz en la guerra por el control de la Valtellina, un valle estratégico situado al norte de Italia, lugar de paso de los Tercios hispánicos, entre el Estado de Milán y los Paises Bajos, en el recorrido del “camino español”. Así como asistir al bautismo de la infanta María Eugenia, y otras cuestiones políticas y económicas que solventaron el Rey y el Conde Duque de Olivares.
La legación salió de Roma la mañana del 31 de enero de 1626.  En el puerto de  Civitavecchia embarcó en cinco galeras pontificias que avanzaron costeando hasta llegar a Barcelona el 18 de marzo y de allí se dirigieron por tierra hasta Madrid.
El diario del que se conservan dos ejemplares manuscritos en la Biblioteca Apostólica Vaticana, no fue hecho para su publicación, sino para la lectura personal, la del Cardenal y su entorno, así como el de la Academia dei Lincei. El diario está repleto de interesantes descripciones propias de un erudito de actitud lincea, como observaciones naturalistas, costumbristas, antropológicas y artísticas.
La parte del relato del Diario que hace referencia a Murviedro corresponde al regreso de la legación papal desde El Grao de Valencia hasta Roma. En la ciudad de Valencia estuvieron cinco días, hospedándose en el Palacio Real y se hace especial mención de la visita al Real Colegio del Corpus Christi, más conocido como Colegio del Patriarca, donde admiraron el manuscrito hológrafo de Tomás Moro, De Tristizia Christi o Expositio passionis.
La tarde del 25 de Agosto de 1626 zarpaba la legación de El Grao rumbo a Barcelona:
“Partimos a remo viéndose la playa de todos los alrededores de El Grao llena de carrozas e infinita gente que allí permanecieron hasta que pudieron divisar con claridad las dichas galeras, y esto pese a un sol fortísimo que hacía aquel día. Navegamos durante toda la noche con vientos favorables con lo que pudimos recorrer un poco más de doce millas  divisándose Morviel, llamado quasi muri veteres porque está construido a partir de las ruinas del famoso Sagunto, del cual aún hoy día se ven algunos vestigios, como por ejemplo un trozo de fábrica que se cree que fue un anfiteatro. Encontramos allí una imagen de Aníbal en piedra y algunas otras donde se representa el ariete y otros instrumentos de guerra, así como varios fragmentos de muro de aquellos tiempos y se dice también que en aquellos alrededores hay un canal donde entra el agua del mar que es como un gran lago, en el cual hay peces de mar de muchos tipos y en el que dicen que dejan salir parte de agua y hacer entrar otra nueva. Esta tierra se llama Morviedro y se encuentra en mitad de una colina no demasiado alta”.

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