martes, 7 de mayo de 2024

VESTIGIOS DEL PALEOCRISTIANISMO EN SAGUNTO



 Si bien son escasos los datos de los orígenes y primeros pasos del cristianismo en nuestra población, no por ello hemos de pasar por alto su recopilación y divulgación, así como la exposición de la evidencia de la significación de los mismos.

Como ha señalado la profesora Carmen Aranegui, en su estudio sobre la Antigüedad Tardía de Sagunto: “Ni a nivel de hallazgos urbanos ni tampoco en lo que afecta a villae o residencias en su área inmediata, se conocen restos que permitan la restitución del paisaje del final de la antigüedad en Sagunt. Se mencionan, no obstante, acuñaciones muy puntuales de Gundemaro y Sisebuto que, de alguna manera, atestiguan una cierta actividad, pero ningún edificio, público o privado, hasta el momento, es susceptible de ilustrar los acontecimientos de época visigoda que, por ejemplo en Valentia, cuentan con textos y con la información proporcionada por las excavaciones de L´Almoina y, en el Pla de Nadal de Ribaroja, tienen un modelo de residencia señorial aproximadamente de la misma época. No es difícil aceptar, en consecuencia, la sustitución del histórico topónimo por el de Murviedro (murus veteris) con el que la ciudad aparece en las fuentes árabes posteriores (…) La cristinización de una población como la saguntina se produjo de una manera anónima, sin mártires y sin obispos, en la òrbita de Valentia que da nombre a la diócesis”[1].

Esta falta de datos no debe, sin embargo, eludir la presencia incuestionable del cristianismo en Sagunto desde una época temprana, y prueba de ello son la incripción del epitafio cristiano que recoge Josep Corell y el dibujo simbólico del sello de ágata -hoy, por desgracia, desaparecido-, del que nos habla Antonio Chabret en su obra de fianles del siglo XIX.

También adquiere una gran importancia para el cristianismo primitivo de época visigótica, las acuñaciones de moneda en dicha época, teniendo en cuenta la extraordinaria aparición última de un triente de oro -con un significativo monograma en forma de cruz- del reinado de  Égica y Witiza, que unido a los otros tres trientes de las épocas de Gundamaro y Sisebuto, nos hablan de un extenso periodo del que urge una revisión y una toma de consideración.

Las piezas cerámicas con signos y símbolos cristianos -qne no analizaremos en este artículo, y que ya recordara Antonio Chabret en su primer volúmen dedicado a la época visigoda saguntina-, así como el hecho, tan peculiar, de tan alto valor simbólico, como es la localización del primer túmulo del cuerpo martirizado de San Vicente en la playa de Sagunto, por parte del gran poeta hispanolatino Prudencio, todo ello, digo, no hace más que evidenciar la extraordinaria significación de nuestra ciudad en el imaginario paleocristiano.

 

1.- VESTIGIOS TEXTUALES: LOS VERSOS DE PRUDENCIO

 

El vestigio textual con el que nos encontramos, en el que aparece Sagunto asociado al cristianismo primitivo o al paleocristianismo, pertenece al contexto de la poesía hímnica del poeta hispanolatino de la Antigüedad tardía, Aurelio Prudencio Clemente (Aurelius Prudentius Clemens), natural, bien de Calugurris (Calahorra), bien de Caesaraugusta (Zaragoza), nacido a mediados del siglo IV, en el año 348, y muerto hacia el año 410, seguramente en algún monasterio zaragozano[2].

Se trata de uno de los himnos recogidos en su Liber Peristephanon (Libro de las Coronas), concretamente en el IV, Hymnis in honorem sanctorum decem et octo matyrum caesaraugustanorum (Himno en honor de los dieciocho mártires de Zaragoza), en el verso 100. Veamos la estrofa sáfica número veinticinco adonde aparece:

 

TEXTO LATINO:

 Noster est, quamuis procul hinc in urbe

passus ignota dederit sepulcri

gloriam uictor prope litus altae

forte Sagynti.

 

 TRADUCCIONES:

 1.-Luis Rivero García:

 Él es nuestro, por más que, habiendo sufrido su pasión lejos de aquí, en ciudad desconocida, con su victoria casualmente concediera la gloria de su sepultura a un lugar cercano a las playas de la alta Sagunto.[3]

 2.-  M. Lavarenne:

 Vincent nous appartient, bien que ce soit loin d´ici, dans une ville inconnue de lui, qu´il ait souffert sa passion, et qu´après sa vistoire il ait donné par hasard la gloire de son s´pulcre à un endroit proche du rivage de la haute Sagonte.[4]

 3.-  H. J. Thomson:

 Ours he is, though as it befell it was in a strangecity far from here that he suffered and in victory gave it the honour of having his burial-place, near the shore of lofty Saguntus.[5]

 4.- Leopoldo Peñarroja:

 Nuestro es, aunque hubiera padecido en ciudad

ignota y, por casualidad, diera a la gloria del

sepulcro a la gran Sagunto

cerca de la costa.[6]

 5.- Nolasc Rebull y Miquel Dolç:

 Vicenç ens pertany, baldament fos lluny d´aquí, en una

ciutat que ell desconeixia, on sufrí la passió i, després de

la seva vistòria, donés casualment la glòria del seu sepulcre

a un indret pròxim a la riba de l´alta Sagunt.[7]


6.- Marcelino Menéndez Pelayo:

 Nuestro es Vicente, aunque en ciudad ignota

Logró vencer y conquistar la palma;

Tal vez el muro de la gran Sagunto

Vió su martirio.[8]

 

El “prope litus” de Prudencio, concuerda con el “ad litus” (a la orilla, a la arena de la playa) de otras versiones de la Passio de San Vicente, como son la Passio Brevior (ms. de la Biblioteca Ambrosiana de Milán) y el Pasionario hispano (mss. de Silos y de Cardeña), y cercano al “ad portum” de la Passio Vulgata (códices Vaticanos 1196 y 5696).

De aquel lugar litoral, el cuerpo martirizado de San Vicente sufrirá varios traslados, que, como recoge Leopoldo Peñarroja, “...para algunos serían tres: a) el protagonizado por la viuda Jónica, de la orilla misma a un túmulo o pequeña capilla; b) el efectuado por la comunidad cristiana de Valencia pocos años después, tras la Paz de la Iglesia y el Edicto de Milán (313), del túmulo primitivo a una basílica o iglesia que se menciona ya como tal en la Passio y que debe identificarse con el entorno de la Roqueta; y c) el que ya en tiempos del obispo Justiniano, muy devoto de San Vicente, pudo verificarse en la 1ª mitad del s. VI desde esa basílica a la ya entonces ecclesia mater de la ciudad, la catedral visigoda de tres naves ubicada en el área episcopal de l´Almoina...”[9]

Así pues, siguiendo lo que nos dice Prudencio y lo que nos adelanta el texto del manuscrito de la Passió Brevior, el cuerpo del mártir habría arribado a la playa de Sagunto, cerca de su puerto -conocido hoy como Grau Vell-. adonde una mujer, con el nombre de Ionice (Jónica), le daría santa sepultura, y de allí sería trasladado, poco después,  a la Basílica de la Roqueta. He aquí el texto de la Passio Brevior:

“Sed Domini manu gubernatum continuo defertur ad litus. Quod dum repertum fuisset, anus quaedam , Ionice nomine, eum cum omni honorificenctia tradidit sepultarae. Dum turba fidelium hoc audisset, ex sepulcro sanctum ejus corpus rapuerunt, et ad ecclesiam cum gaudio reportantes, summa cum veneratione sepulturae tradiderunt. Pasus et beatus Vicentius levita in cicitate Valentina die undecimo Kal. Febru. Sub Datiano praeside, regnante Domino nostro Jesu Christo, cui est honor et gloria in secula seculorum. Amen.”[10]

En otros versos de la Passio Sancti Vicentii Martyris (Pasión de San Vicente Mártir), el poeta Prudencio describe el lugar al que llegó el cuerpo de San Vicente:

 

 TEXTO LATINO:

 Felix amoeni litoris

secessus ille, qui sacra

fouens harenis uiscera

uicem sepulcri praebuit,

 

dum cura sanctorum pia

deflens adornat aggerem

tumuloque corpus creditum

uitae reseruat posterae!

 

Sed mox subactis hostibus

iam pace iustis reddita

altar quietem debitam

praestat beatis ossibus;

 

subiecta nam sacrario

imamque ad aram condita

caelestis auram muneris

perfusa subter hauriunt.

 

 TRADUCCIÓN:

¡Dichoso el rincón aquel de esta costa encantadora que, dando abrigo con sus arenas a las sagradas entrañas, hizo las veces de una tumba, en tanto el piadoso desvelo de los santos adorna entre lágrimas un túmulo y, confiando su cuerpo a esa tumba, lo guarda para la vida futura! Pero luego, reducidos los enemigos, una vez devuelta la paz a los justos, un altar concede a sus bienaventurados huesos el debido reposo; porque éstos, situados bajo el santuario, ocultos al pie del ara, absorven la brisa de la ofrenda celestial, que allá abajo, sobre ellos se derrama.[11]

 

 

 2. VESTIGIOS EPIGRÁFICOS: ESCRITURA Y SIMBOLOGÍAS CRISTIANAS


Contamos con dos ejemplos de epigrafía y glíptica paleocristiana de la Antigüedad tardía, del periodo visigótico, que han sido recogidos en la magna obra de Josep Corell:

        “318. INSCRIPCCRISTIANA. Bloc de calria blava trencat dalt i a ambdós costatsLa cara.           anterior es allisada; la posterior és tosca.  

          Es desconeixen les circumstáncies i el lloc en què aparegué.

          Es conserva al refectori, núm. inv. S.1.207. .

          Dimensions: (44) x (44) x 13.

          Lletres: r. 1: 10; r. 2: 6

          ELST 244:'CIL II2 14,562. Cf. Alldy 1981b: 130

    

          319. INSCRIPCIÓ CRISTIANA. Segell dgata. «Lleva grabados con la mayor delicadeza una               cabra y un pastor que la está ordeñando, y delante del animal se ve el

           signo  ; entre sus piernas   ; detrás del cuello  y    ; encima de la cabeza del
           pastor  ; bajo de la línea en que se apoya, el trabajo de figura  ; y una palma por
           delante y un cayado por detrás cierran el marco del grabado», Chabret.

  Aparegué 1'any 1897 a la necròpoli descoberta en fer les obres de 1'estació 

  del Ferrocarril del Nord, concretament a la parcel·la F del plànol de Chabret.

  Desaparegut.

  Dimensions: desconegudes.
  C
habret 1897: 465.

  Es tracta d'una inscripció cristiana, com indica el crismó. Aquest apareixia,
           s
egons sembla, acompanyat d'una alfa i una omega, símbols que presenten
          Jesucrist com a principi i fi. Per altra banda, la  és probablement 1'abreviatura de Theos.                         Desconeixem els altres signes.

 Tenint en compte el crismó i ellloc en q aparegué, no hi ha dubte que
           es trac
ta d'una inscripció paleocristiana, potser del s. VI o VII.”[13]

 

 

 

3.- VESTIGIOS NUMISMÁTICOS: LA CECA VISIGODA SAGUNTINA

 

 En el excelente libro, editado por Bancaja, Arse-Sagvuntvm. La historia monetaria de la ciudad y su territorio, Pere Pau Ripollés y Miquel Crusafont i Sabater, nos ofrecen una cuidada edición de los ejemplares monetales visigóticos. Como señala Crusafont: “En lo que se refiere a la evidencia numismática, hasta hace muy poco apenas se conocían uno o dos ejemplares de cada uno de los dos reinados, Gundemaro y Sisebuto, para la ceca de Sagunto. Pero la novedad más importante es, en esta ocasión, la publicación del hasta ahora desconocido triente de Égica y Witiza existente en una colección valenciana y que aporta un nuevo tipo a la amplia recopilación de Miles. Se trata de un triente de color amarillo pajizo que evidencia un bajo contenido de oro bastante frecuente en esta última etapa de la monarquía visigoda... La parte más interesante de la pieza lo constituye el reverso, puesto que en él aparece, por primera vez, un monograma cruciforme de Sagunto...En este caso se ha situado la O en el centro y las letras S-C-N-T en los brazos de la cruz, primando, como es habitual, la presencia de las consonantes en detrimento de las vocales. Pero quizás al labrador le parecería poco evidente la lectura y añadió un V entre la C (que menos probablemente podría ser una A) y la N. Con ello creó la serie CVNT que facilita la interpretación de S(A)CVNTO.”[14]

 

          La descripción de la monedas la ofrecen Pere Pau Ripollés y María del Mar Llorens:

                        ÉGICA y WITIZA (698-702 d.C.)

                            TRlENTE

 

                            Oro. 20 mm. Peso medio 1,28 g (1 ejemplar]

                             Anv.  [I ]INM. N EGICA RX. Dos bustos enfrentados; cruz, entre ellos.

                             Rev.    VVITIZA REGES. Monograma cruciforme S-C-V-N-T-O  con la V                                 intercalada.

                             Ref. bibl.: Idita.

       

521.A.274
R.267

                    " a Valencia, col. privnda.  1,28 g.

 

 

4.- SAGUNTO EN SAN ISIDORO DE SEVILLA:

Quisiera acabar esta primera aproximación al paleocristianismo saguntino recogiendo las dos alusiones que a Sagunto realizó el gran escritor cristiano hispanovisigodo, San Isidoro de Sevilla, en su magna obra. Una muestra preclara de la importancia de nuestra ciudad en el imaginario paleocristiano.

En la primera de ellas, las Etimologías (Etymologiae u Originum sive etymologiarum libri viginti), en el Liber XV (“De aedificiis et agris oppida nobilia, qui vel quae constituerunt), en el capítulo dedicado a “Algunas ciudades famosas y sus fundadores”, nos dice:

 

TEXTO LATINO:

 “Saguntum Graeci ex insula Zacyntho profecti in Hispania condiderunt; quam Afri postea bello inpetitam deleverunt”

 

 TRADUCCIÓN:

 “Los griegos venidos de la isla de Zacynto fundan Sagunto, en Hispania. Los africanos la arrasaron más tarde después de atacarla durante la guerra”[15].

 

La otra alusión aparece en la obra cronística de San Isidoro, Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum, en el capítulo 58 del “De origine Gothorum”. Aunque ésta ha sido cuestionada, ya que o bien se dijo en un primer momento que se refería a Sigüenza, o, más adelante, a Gigonza, hay razones para pensar que su referencia es Sagunto. Así lo recogió el historiador Felipe Mateu Llopis, que dijo: “Saguntia se suele traducir por Sigüenza; pero lo cierto es que si se leyera Saguntum, sería claro el avance militar en el litoral; y el hecho innegable es que sus sucesores, Gundamaro y Sisebuto, acuñaron en esta ciudad...”[16]. Más actualmente, ha mantenido esta postura el profesor José Luis Villacañas, en su extraordinaria La formación de los reinos hispánicos[17],  y el medievalista, hispanista británico, Roger Collins en su obra Visigothic Spain: “Según parece su reinado [Witerico] estuvo marcado por nuevos conflictos con las fuerzas bizantinas que se encontraban en la península, incluida la captura de parte de dichas tropas en Sagunto; no se menciona en texto alguno si en esta ocasión se produjo también la toma de esta ciudad.”[18]

 

 TEXTO LATINO:

 “Aera DCXLI, an. imp. Mauricii XXI, exstincto Liuvane, Wictericus regnum, quod vivente illo invaserat, vindicat ann. VII. Vir quidem strenuus in armorum arte, sed tamen expers victoriae. Namque adversus militem Romanum praelium saepe molitus, nihil satis gloriose gessit praeter quod milites quosdam Segontiae per duces obtinuit. Hic in vita plurima illicita fecit, in morte autem, quia gladio operatus fuerat, gladio periit. Mors quippe innocentis inulta in illo non fuit: inter epulas enim prandii conjuratione quorumdam est interfectus, corpus ejus viliter est exportatum atque sepultum.”

 

 TRADUCCIÓN:

“En la era DCXII, en el año veinte del Imperio de Mauricio, asesinado Liva, Witerico reivindicó para sí durante siete años el reino, que había invadido en vida de aquél. Fue hombre valiente en el arte de las armas, pero desconoció la victoria; pues aunque realizó algunos intentos con la guerra contra los soldados imperiales, no consiguió ningún resultado lo bastante glorioso, si se exceptúa el haberse apoderado de algunos soldados en Sagontia por medio de sus generales. Hizo en vida muchas acciones ilícitas, y en la muerte, porque había matado con la espada, murió con la espada. No quedó sin venganza de él la muerte de un inocente, pues fue asesinado en un banquete, víctima de una conjuración de algunos. Su cadáver fue vilmente arrastrado y sepultado.”[19]



[1]    Carmen Aranegui, “Sagunto en la Antigüedad tardía”, en Los orígenes del cristianismo en Valencia         y su entorno, Valencia, Ajuntament de València, 200, pp. 123 y ss.

[2]    Sobre Prudencio véase la “Introducción General” de Luis Rivero García, en su edición de las                  Obras, Madrid, 1997, t. I, pp. 7 y ss.

[3]    Prudencio, Obras, Madrid, Gredos, 1997, p. 162.

[4]    Le livre des couronnes, Paris, Les Belles Lettres, 1951, t. IV, p. 67.

[5]    Prudentius : in two volumes, London, William Heinemann , 1979, t. II, p. 163.

[6]    Cristianismo valenciano, Valencia, Ajuntament de València, 2007, p. 49.

[7]    Llibre de les corones, Barcelona, Fundació Bernat Metge, 1984, p. 79.

[8]    Historia de los heterodoxos españoles, lib. I, cap. I. Citado por Antonio Chabret, Sagunto. Su                historia y sus monumentos, Barcelona, 1888, t. I, p. 151.

[9]    Leopoldo Peñarroja, op. Cit., p. 48.

[10]   Idem. p. 50.

[11]   Prudencio, Obras, Madrid, Gredos, 1997, pp. 181-182.

[12]  Sobre la fórmula recessit (in pace), cf. M.T. MUÑOZ: Tradición formular y literaria en los                     epitafios latinos de la Hispania cristiana, Vitoria, 1995, pp. 199-201. (Nota de Josep Corell)

[13]  Josep Corell, Inscripcions romanes del País Valencià. Ia (Saguntm i el seu territori), València,                Universitat de València, 2002, pp. 401-402.

[14]  Arse-Sagvntvm, Sagunto, Bancaja, 2002, p. 316.

[15]   Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2004, pp. 1056-1057.

[16]  El hallazgo de Abusejo”, en Miscelánea Arqueológica, Barcelona : Diputación Provincial de                 Barcelona, Instituto de Prehistoria y Arqueología, 1974, t. II, p. 52.

[17]  Madrid, Espasa, 2006, p. 72.

[18]  La España visigoda, Barcelona, Crítica, 2005.

[19]   Cristóbal Rodríguez Alonso,  Las historias de los godos, vandalos y suevos de Isidoro de Sevilla :          estudio, edición critica y traducción, León,  Archivo Histórico Diocesano, 1975, pp. 269-271.





 


viernes, 3 de mayo de 2024

HUELLAS DEL MORVEDRE CRISTIANO EN TEXTOS HISPÁNICOS DEL SIGLO XII

 


Debe considerarse el siguiente texto como la continuación del que salió publicado en el libro Semana Santa saguntina del año 2010, “Vestigios del paleocristianismo en Sagunto” (pp. 321-332); es decir, una segunda entrega de una investigación que estoy llevando a cabo sobre las huellas del cristianismo en Sagunto.

 En aquel artículo informaba de los primeros datos que poseemos, hasta el momento, de las huellas cristianas en nuestra localidad: los versos del poeta Prudencio –siglo IV– sobre el túmulo saguntino del mártir San Vicente; las inscripciones epigráficas con símbolos cristianos; el símbolo cristiano de un sello de ágata, hoy desaparecido; los elementos cristológicos de las monedas de la ceca visigoda; y las alusiones a Sagunto del gran intelectual cristiano-visigodo, San Isidoro de Sevilla.

 Hoy nos adelantaremos en el tiempo histórico, ofreciendo dos alusiones a Morvedre –referenciando en ellas huellas cristianas en nuestras tierras ya en plena Edad Media–, que aparecen en dos textos canónicos    de ese crucial, en tantos sentidos, siglo XII para la cultura hispánica: de una parte, la primera biografía de Mío Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, escrita en latín, conocida como Historia Roderici, aunque su primer título fue el de Gesta Roderici Campidocti; y de otra, la Cantiga a Santa María, la número 129, escrita en gallegoportugués, del rey Alfonso X, el Sabio.

 Aunque serían pertinentes unos comentarios, siquiera someros, de los dos textos, nos atendremos, por mor de la extensión requerida, a la mera presentación de los dos textos, dejando para mejor ocasión los datos, circunstancias e interpretaciones de los mismos:

 

 

 

TEXTO 1

 

FRAGMENTO DE LA HISTORIA RODERICI vel GESTA RODERICI CAMPIDOCTI

 

65.         Un día Rodrigo salió de la ciudad a explorar y vigilar a sus enemigos. Mientras recorría su camino, el alcaide de Játiva, llamado Abu-I-Fatah, salió de la ciudad y se fue a Murviedro. Al tener noticia de ello, Rodrigo se dirigió contra él y le siguió hasta que le encerró en la villa que se llama Almenara. La asedió y la atacó con fuerza por todas partes durante tres meses. Transcurridos éstos, la tomó valerosamente. Pero permitió marchar libres a todos los hombres    que encontró dentro. Ordenó edificar una iglesia en honor de la Santísima Virgen María.

66.         Realizado esto, por gracia de Dios, sale con su ejército de Almenara, diciendo y simulando que quería ir a Valencia, aunque había decidido sin embargo secretamente en su corazón rodear y atacar Murviedro. Entretanto, elevó las manos al cielo y oró al Señor diciendo: “Eterno Dios, que conoces las cosas antes que sucedan, a quien ningún secreto se esconde, tú sabes, Señor,  que  no quería entrar en Valencia antes de sitiar y combatir Murviedro, antes de conquistarla con la ayuda de tu poder,  tras haberla combatido con la fuerza   de mi espada, antes de celebrar allí, una vez recibida de ti, sometida a nuestro dominio y ya siendo dueño de ella, una misa en tu honor, Dios verdadero, y en tu alabanza». Tan pronto como acabó esta oración, sitió la fortaleza de Murviedro y con espadas, flechas, dardos y toda clase de armas y máquinas de asedio... afligió y castigó duramente y les impidió que salieran o entraran.

67.         Sus defensores y habitantes, al verse atacados por todas partes, muy angustiados y abrumados, se dijeron: «¿Qué haremos, desdichados? Ese déspota   de Rodrigo no nos permitirá de ningún modo vivir al amparo del castillo. Hará con nosotros lo que hizo hace poco con los habitantes de Valencia y de Almenara, que no pudieron resistirle. Veamos qué podemos hacer, pues moriremos sin duda por hambre nosotros, nuestras mujeres, hijos e hijas. Ninguno habrá que pueda arrancarnos de sus manos». En cuanto tuvo conocimiento de sus intenciones, Rodrigo les atacó, hostigándoles con más fuerza de lo acostumbrado y los castigó de manera más dura. Ellos, viéndose en tan grande aprieto, suplicaron a Rodrigo diciendo: «¿Por qué nos infieres tantos   y tan insoportables males? ¿Por qué nos matas a golpe de lanzas, flechas y espadas? Ablanda y mitiga tu corazón y apiádate de nosotros. Te suplicamos a una que por piedad nos concedas tregua de algunos días. Entretanto enviaremos nuestros emisarios al rey y a nuestros señores para que vengan a socorrernos. Si en el plazo designado no viniese ninguno que pueda librarnos de tus manos, seremos tuyos y te serviremos. Pero ten por seguro que, la fortaleza de Murviedro tiene tanto renombre y fama entre todos los pueblos, que de ningún modo te la entregaremos tan pronto. Antes que entregarla sin que nos concedas un plazo, ten por seguro que todos nosotros moriremos voluntariamente. Sólo después de muertos, podrás conquistarla». Rodrigo, pensando que de nada les serviría esto, les dio treinta días de tregua.

68.         Ellos entonces enviaron sus emisarios al rey Yusuf y a los almorávides, al rey Alfonso, a Musta’in rey de Zaragoza, al rey Ibn Razin y al conde de Barcelona, diciéndoles que no dejasen de socorrerlos en el plazo de treinta días, que, de no hacerlo, pasados los treinta días, entregarían la ciudad a Rodrigo y le servirían fielmente como señor.  El rey Alfonso después de ver y escuchar a los mensajeros de Murviedro les respondió así: «Creedme que no os ayudaré porque prefiero que posea Rodrigo la fortaleza de Murviedro que cualquier rey sarraceno». Los legados, cuando escucharon esto, regresaron a sus tierras sin ninguna resolución. A los que habían sido enviados a Zaragoza, Musta’in les dio esta respuesta: “Id y animaos cuanto podáis; sed fuertes resistiéndoles en la lucha, porque Rodrigo es de dura cerviz y guerrero muy esforzado e invencible y por esto yo temo darle batalla». Pues poco antes Rodrigo le había enviado el siguiente mensaje: “Ten por seguro, Musta’in, que, si intentas venir contra mí con tu ejército y entablas combate conmigo, de ningún modo es- caparéis de mis manos tú y tus nobles, muertos o cautivos». Así, por miedo a Rodrigo, no se atrevió a ir. El rey Ibn Razin, por su parte, dijo a los emisarios que fueron a pedir socorro: “Animaos y resistidle cuanto podáis, porque yo   no puedo ayudaros», Los almorávides respondieron: “Si Yusuf, nuestro rey, quisiera venir, nosotros todos iremos junto con él y os socorreremos de grado; sin él no nos atrevemos a luchar con Rodrigo». El conde de Barcelona, que había recibido un cuantioso tributo de los de Murviedro, dijo a los emisarios: “Sabed que, aunque no me atrevo a pelear con Rodrigo, sin embargo, iré rápidamente y rodearé su castillo llamado de Oropesa y mientras él me haga frente y luche conmigo, entretanto vosotros, por la parte contraria, llevad víveres suficientes a vuestro Castillo”. El conde, cumpliendo su palabra, lo asedió. Al escuchar esto, Rodrigo sin darle importancia no pensó ir a socorrer su castillo. Un soldado dijo al conde que mantenía el cerco: “Muy noble conde, escuché que Rodrigo viene contra ti y quiere luchar contigo». En cuanto supo esto, levantó el cerco sin querer probar la veracidad de la noticia y por miedo a Rodrigo regresó temeroso a su tierra.

69.         Pasados los treinta días de plazo, Rodrigo dijo a los bárbaros que estaban en el castillo de Murviedro: «¿Por qué tardáis en entregarme la fortaleza?». Ellos, engañándole, le respondieron: «Señor, los emisarios que hemos enviado, aún no han vuelto; por esto hemos tomado el acuerdo de suplicar de tu nobleza que nos concedas algunos días de tregua». Al darse cuenta Rodrigo de que le engañaban y sabiendo que decían esto mintiéndole para tener más tiempo, les dijo: «Para que sea manifiesto que no temo a ninguno de vuestros reyes, os concedo todavía doce días de tregua para que no tengan ninguna excusa para venir a socorreros. Pasados estos doce días, en verdad os digo que, si no me entregáis el castillo inmediatamente, a cuantos de vosotros pueda coger, os quemaré vivos o, atormentándoos, os pasaré a cuchillo». Llegó así el día fijado y dijo Rodrigo a los que estaban dentro: «¿Por qué os demoráis tanto y no me entregáis la fortaleza como me habíais prometido?». Ellos respondieron: «He aquí que ya está cerca vuestra Pascua llamada Pentecostés. Te entregaremos la fortaleza en el día de la Pascua, pues nuestros reyes no quieren socorrernos. Entrad con seguridad en él, tú y los tuyos, dispón de él como quieres». Él les dijo: «No entraré en el castillo en el día de Pentecostés, sino que os doy todavía otro plazo hasta la fiesta de San Juan. Entretanto tomad vuestras mujeres, hijos, esclavos y todas vuestras riquezas e id en paz con todos vuestros bienes a donde queráis. Evacuad el castillo y sin poner obstáculos dejadlo libre. Yo, por mi parte, con la ayuda de la divina clemencia, entraré en él el día de San Juan Bautista». Los sarracenos le dieron rendidas gracias por tal y tan grande misericordia.

70.         En la festividad de San Juan Bautista, Rodrigo envió delante para penetrar en la fortaleza a sus soldados a quienes ordenó que subieran y entraran. Ellos así lo hicieron y después de alcanzar la parte más alta, alegres, dieron gracias a Dios. Luego al llegar Rodrigo en persona ordenó devotamente que se celebrara una misa y se ofreciera la oblación. Allí mismo hizo que se construyera una iglesia de admirable construcción dedicada a San Juan. Ordenó a sus soldados que custodiaran con cuidado las puertas de la ciudad, las fortificaciones de todos los muros y todas las cosas que había en ella y en el castillo. En él, aunque había sido evacuado, encontraron muchas riquezas. Algunos sarracenos habitantes de Murviedro permanecían aún en la ciudad; tres días después de tomarla Rodrigo les dijo: «Os ordeno que me devolváis todas las cosas que quitasteis a mis hombres y lo que llevasteis a los almorávides en deshonra y daño mío. Si no queréis hacerlo, no dudéis que os llevaré a la cárcel y os cargaré de cadenas de hierro». Ellos no pudieron devolver lo pedido, fueron llevados a Valencia por mandato de Rodrigo, privados de sus riquezas y encadenados.

71.         Tras realizar esto, llegó a Valencia y construyó con admirable y bella fábrica en el lugar que los sarracenos llaman mezquita, la iglesia de Santa María Virgen, en honor de la madre de Nuestro Redentor. Ofreció a la citada iglesia un cáliz que pesaba ciento cincuenta marcas. Dio también a la mencionada iglesia dos tapices preciosísimos tejidos con seda y oro, semejantes a los cuales, según se dice, nunca hubo otros en Valencia. Allí celebraron juntos con gran devoción una misa acompañada de melodiosas laúdes y suavísimos y muy dulces cantos, alabando llenos de gozo a Jesucristo Redentor y Señor Nuestro, a quien pertenece el honor y la gloria junto con el Padre y el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

[Traducción de Emma Falque]

 

 

 

TEXTO 2

 

CANTIGA A SANTA MARÍA, 129, DE ALFONSO X EL SABIO

 

Como Santa Maria guareceu un ome da saetada que lle deran pelo ollo.

 

De todo mal e de toda ferida

sãar pod’ om’ a de ben mui comprida.

Dest’ a un ome que de Murvedr’ era mostrou a Virgen maravilla fera

da gran saetada que presera en ha lide forte sen medida.

De todo mal e de toda ferida...

E a saeta assi ll’ acertara pelo ollo, que logo llo britara

e ben ate eno  toutiço  entrara, de guisa que lle non põyan vida.

De todo mal e de toda ferida...

Mas ele pos sa alm’ e sa fazenda ena Virgen e deu-xe-ll’ en comenda, e a Salas prometeu offerenda

se el da chaga ouvesse guarida. De todo mal e de toda ferida...

E logo mandou a saeta fora tirar do ollo, e en essa ora

guariu de todo logo sen demora, des que a saeta en foi sayda,

De todo mal e de toda ferida...

Que da saetada ren non sentia; des i do ollo atan ben guaria que ben com’ ante vira del viia. E pera Salas fez logo sa ida,

De todo mal e de toda ferida...

 Loand’ a Virgen santa groriosa, Madre de Deus, Rea poderosa, que o sãara come piadosa.

E esta cousa foi mui lonj’ oyda De todo mal e de toda ferida...

Pelas terras; e quantos lo souberon a Santa Maria loores deron

de Salas, e mui gran sabor ouveron de fazer log’ a ela ssa vida.

De todo mal e de toda ferida…

 

 

Traducción prosificada:

 

Cómo Santa María sanó a un hombre de una saetada que le dieron en el ojo

 

De todo mal y de toda herida puede sanar al hombre la que está llena de bien.

De esto mostró la Virgen una gran maravilla a un hombre que era de Murviedro, por una gran saetada que había recibido en una lid fuerte y desmedida.

De todo mal y de toda herida...

Y la saeta tan bien le había entrado en el ojo, que se lo había roto y le había entrado hasta el cogote, de modo que no le daban como vivo.

De todo mal y de toda herida...

Pero él puso su alma y su hacienda en manos de la Virgen y se encomendó y a Salas prometió ir a hacer una ofrenda si fuese curado de la llaga.

De todo mal y de toda herida...

Y luego mandó que la saeta le fuera arrancada del ojo y a tal hora sanó del todo, sin demora, desde que la saeta hubo salido.

De todo mal y de toda herida...

De modo que de la saetada no sentía nada, y sanaba tan bien del ojo que veía tanto como antes con él veía. Y hacia Salas hizo luego su ida.

De todo mal y de toda herida...

Loando a la Virgen Santa Gloriosa, Madre de Dios, Reina poderosa, que lo sanara como piadosa. Y esto fue oído hasta muy lejos.

De todo mal y de toda herida...

Por las tierras y cuantos lo supieron dieron loores a Santa María de Salas y gran gozo tuvieron al hacer su camino a ella.

De todo mal y de toda herida...

 

 

[Versión de José Filgueira Valverde]

jueves, 19 de octubre de 2023

LA VISITA DEL PATRIARCA DE JERUSALÉN, NUNCIO APOSTÓLICO EN ESPAÑA, CARLO CAMILLO MASSIMO, A MORVEDRE (1654)

 



 Desde hace ya bastante tiempo, vengo dedicándole mi atención al tema de los viajeros y Sagunto. Debo mi devoción al tema a lo que me enseñó sobre él don Santiago Bru i Vidal; de su pluma salieron diversos artículos en los que reflejaba fehacientemente la huella que ilustres viajeros dejaron a su paso por nuestra tierra. Aquellas lecturas de los trabajos de Bru me llevaron a la búsqueda de textos viajeros y fruto de esas pesquisas han sido los diferentes artículos que, bien en la revista Braçal, bien en la edición comarcal del periódico Levante EMV, he ido ofreciendo al público lector. En ellos he dado cuenta de autores de prácticamente todas las épocas: de la Baja Edad Media, del Renacimiento, del Barroco, de la Ilustración y de los siglos XIX y XX.

De entre los autores, destacan los italianos. Ya don Santiago nos recordó el paso del gran libertino Giacomo Girolamo Casanova y sus impresiones sobre nuestro Sagunto y su historia. Así mismo, facilité el conocimiento del paso del filósofo napolitano Benedetto Croce por Sagunto, consiguiendo la traducción de lo que al respecto escribió en su Cuaderno de viaje, de 1889, en versión realizada por el catedrático de la Universidad de Salamanca, don Félix Fernández Murga.

Por otra parte, dediqué dos artículos periodísticos a otros dos italianos: el gentiluomo veneciano, Giovanni Bembo –del viaje que realizó en 1505-, y el erudito romano Cassiano dal Pozzo –anotación de su Diario, del viaje de 1626.

Lo que hoy les presento aquí es una muestra más de esa literatura viajera, en este caso de la mano de otro italiano y de su reseña sobre Sagunto en la escritura epistolar. Se trata de la carta que el entonces patriarca de Jerusalén, recién nombrado nuncio apostólico en España, el romano Carlo Camillo Massimo, envía al abad Michele Giustiniani, escrita en Valencia, el 13 de marzo de 1654.

Antes de pasar a mostrar la carta en la que informa de su visita a Sagunto y de distintos elementos patrimoniales que encuentra en nuestra ciudad, permitan que recuerde brevemente los más significativos rasgos biográficos del autor de la misiva que nos interesa.

 

 

BIOGRAFÍA SUMARIA DE CARLO CAMILLO MASSIMO

 

Carlo Massimo nació en Roma el 20 de julio de 1620. Desde bien joven frecuentó los más variados ambientes de la Ciudad eterna, que favorecieron una completa formación tanto en el campo humanístico como científico del joven; de entre estos cenáculos, hemos de destacar el círculo del cardenal Francesco Barberini, ante todo por lo que significará para su futuro como mecenas y coleccionista.

Desde su adolescencia, comenzó a coleccionar diversos objetos de arte –era además un buen aficionado a la pintura, llegando a recibir clases particulares de Nicolas Poussin, de quien más tarde sería mecenas. Contó con la amistad del gran coleccionista Cassiano dal Pozzo, y su tutor, su tío Ascanio, le facilitó el acceso al coleccionismo, al casarse este con Virginia Gustiniani, hermana del famoso Vincenzo en cuyo palacio, hoy sede del Senado de la República, se constituyó una impresionante pinacoteca.

A la muerte de su tío, Carlo Massimo I, obtiene el feudo de Roccasecca dei Volsci,cuyo patrimonio le permitirá a Carlo emprender una intensa actividad de mecenas y coleccionista, llegando a ser protector de Poussin, Claude Lorrain, Carlo Maratta, Guido Reni y Diego de Velázquez, quien realizaría de Carlo un famoso retrato.

Con veintiséis años se graduó en La Sapienza. En 1646 se convierte en camarero secreto del papa y un año después en canónico de San Pedro en Vaticano. Su carrera político-religiosa obtiene un importante avance cuando es elegido clérigo de la Cámara Apostólica.

En 1652 es nombrado patriarca de Jerusalén bajo la protección del cardenal Fabio Chigi, el futuro papa Alejandro VII. En diciembre de 1653 es nombrado por el papa Inocencio X, nuncio apostólico en España. Una de las razones, la más importante, de ese nombramiento es que la familia Massimo era filoespañola, pero al mismo tiempo tenía buenas relaciones con Francia, por lo cual recibió el delicado encargo de contribuir a la relación del rey de España con el papa y de aquel con los franceses.

Emprendió su viaje a España desde Civitavecchia, en enero de 1654. Desembarcó en Vinaroz y mientras esperaba el beneplácito de la Corte madrileña, esperando que se resolviese una controversia diplomática, ya que había una gran suspicacia por la amistad de Carlo con la familia Barbieri -claramente filogala-, residió en Valencia. Solo con el ascenso a papa de Alejandro VII, logró Carlo comenzar su cometido como nuncio apostólico de la Santa Sede, en mayo de 1655. Finalmente, el 21 de julio de 1658 regresa a Roma.

Después de un largo exilio en su feudo de Roccasecca dei Volsci, vuelve a Roma y es nombrado maestro de cámara del papa Clemente X en mayo de 1670 y en diciembre de ese mismo año es investido cardenal. Después de la elección del papa Inocencio XI, enfermó, muriendo en Roma el 12 de septiembre de 1677 en su palacio de Quattro Fontane, a la edad de cincuenta y siete años.

 

Carlo fue un gran coleccionista, no solo de obras de arte, sino también de numismática y epigrafía; y fue ello–sabemos por el inventario que existe de su colección de numismática que este contiene una moneda y una medalla de Sagunto-, junto con el hecho de que un antepasado familiar –si bien esto es algo legendario, pero no por ello menosw determinante-, el famoso romano Quinto Fabio Massimo, actuara como legado romano ante Aníbal para que este respetase el Tratado del Ebro y no atacase Sagunto en el 218 a. de C., lo que hizo que el nuncio visitase, durante su estancia en Valencia, varias veces nuestra ciudad de la que dejó constancia escrita en la misiva que a continuación les traduzco[i]:

 


                                                                   C A R T A


 Al Abad Michele Giustiniani.

 

Ilustrísimo y reverendísimo señor mío fidelísimo:

 

Requiere la carta de V.S. Ilustrísima que corresponda a la expresión de Su afecto, con la devolución del agradecimiento, y a la curiosidad de la noticia de mi viaje, con el informe minucioso, si no de cosas inesperadas y nuevas, al menos con notas de las ya consabidas por la fama. Y, porque la brevedad de esta carta no puede abarcar todo aquello para lo cual necesitaría un volumen entero, satisfaré en parte la erudición de S. V. Ilustrísima y al amor que Ella tiene hacia las cosas antiguas, con la narración de lo que he visto del antiguo Sagunto, que fueron recompensados por aquellos de Cartago.

Desembarcado en Vinaroz, en la playa de Valencia, con buen camino pasamos a Morviedro. Este noble municipio está situado en una llanura de hermosísima vista, en la falda de un monte.

Hoy aún se ven los vestigios de los grandísimos muros construidos de sillares de notable grandeza, en los que se apoyan muros más modernos hechos por los árabes, cuando estos ocupaban España. En la parte más alta del lugar hay una gran torre: solo la parte inferior y antigua, sostenida por pilastras jónicas, que impropiamente llaman el “Sepulcro de Hércules”. Podría ser el sepulcro de Zacinto, su compañero, descrito por Silio Itálico en estos versos (Púnica, I, 273-75):

 

Haud procul Herculei tollunt se littore muri,

clementer crescente iugo: queis nobile nomen

conditus excelso sacravit colle Zacynthus.

 

(No lejos del mar se levantan los muros de Hércules

donde comienza la subida: deben su noble nombre

a Zacinto, sepultado en la cima del monte).

 

A poca distancia hay un teatro, que llaman “Coliseo”, medio en ruinas: pero aún se ven las gradas, adaptadas al declive del monte, y las galerías que lo circundan, de orden dórico, repartidas en tres órdenes, uno sobre otro. El semicírculo tendrá una capacidad para diez mil asientos. La línea recta de la escena tendrá unos cuatrocientos palmos de largo: esta da la espalda a la llanura como se ve en el teatro de Terracina. El púlpito está casi todo en pie, como también parte de la galería de detrás de la escena.

El resto del paisaje está lleno de ruinas esparcidas cubiertas de verde, lo que ha dado pie al nombre de “Morviedro”, casi “Mura verdi”. En las modernas casas se ven encastrados muchos fragmentos de estatuas togadas, como también muchas ánforas rotas esparcidas por el suelo, parecidas a la tierra cadmia, con letras antiguas españolas y romanas en el mismo fragmento. Hay muchas inscripciones, pero sobre todo de los “duumviros” del municipio.

También hay en una de las puertas de la ciudad moderna una gran inscripción hebraica, que por ignorancia se atribuye a Salomón, nombrado en ella, y con igual error toman como ídolos a las estatuas togadas.

En la iglesia que hay dentro del castillo hay en el pavimento (que por sus dimensiones estorba toda la estancia) un ariete antiguo que es un travesaño de madera apolillada, de cincuenta palmos, y que reduciéndose en la cabeza del Carnero (que tiene un grosor de seis palmos), a guisa de pirámide, finaliza con dos palmos. De la cima hasta el final está perforada y pasa por allí una soga de una materia como de seda y con un grosor de medio palmo, que está sujeta en la cabeza del carnero a tres viguetas de hierro, la una cuadrada, de un palmo, puesta en el medio con una envoltura similar al hierro en forma de cruz, y las otras dos circulares, de un grosor de medio palmo cada una. Hay también otras viguetas y púas que debían ser parte de la máquina.

Seguiré observando en otras partes otros objetos de erudición para apaciguar el ánimo de V. S. Ilustrísima el cual se vale con las ciencias más dignas que puedan adornarlo. Y quedo besándole devotamente las manos.

 

Valencia, 13 de marzo de 1654.

 

De S.V. Ilustrísima y reverendísma devotísima servidor,

 

Camillo, patriarca de Jerusalén.



[i] La carta fue publicada en Lettere memorabili dell´Abbate Michele Giustiniani […], Roma, 1669. Esta carta puede encontrarse transcrita en el estudio de Giuseppe Papi, Il cardinale Carlo Camillo Massimo e la ‘riscoperta’ dei teatri romani di Terracina e di Sagunto, Fossanova, 2012.




domingo, 28 de agosto de 2022

ANIBAL Y EL SITIO DE SAGUNTO EN EL ROMANCERO VIEJO CASTELLANO

 



En la edición de la Silva de Romances del siglo XVI que utiliza Marichu Cruz de Castro en su libro Romances de la Antigüedad Clásica (Ediciones Clásicas, Madrid, 1992), se recoge en uno de ellos (pp. 177-180) el hecho histórico del sitio de la ciudad ibera de Arse por las tropas cartaginesas de Anibal, que supusieron el comienzo de la Segunda Guerra Púnica. Aquí dejo unos fragmentos:


Cartago florece en armas,
África muy loca estaba
por Aníbal, su caudillo,
que siempre afiló su espada
contra el nombre de romanos
que muy sobrebio estaba.
(...)
Ya junta muchos navíos
y flétalos para España;
al dios Neptuno suplica
que no le ensañe las aguas
(...)
Con gentes innimerables
el cartaginés se embarca,
por alta mar navegando
se encomienda mucho a Palas
(...)
Y después en un gran llano
su gente desembarca;
va la vía de Sagunto,
que ahora Monvedre se llama,
aunque muy bien se defiende
al fin la tomó por las armas.




lunes, 27 de diciembre de 2021

LA PODEROSA FRAGILIDAD DE LAS SETAS

 



Dion Casio, historiador griego, procónsul de África y gobernador de Dalmacia y Panonia, relata en su libro, Historia de Roma, el curioso suceso que le acaeció al emperador de origen hispánico, Marco Ulpio Trajano, en su primera campaña de las guerras de la Dacia. Estando acampado cerca de Tapae recibió un mensaje de los barios y de otras tribus aliadas de Roma, que le aconsejaba que detuviera la guerra y firmase un pacto de paz. Lo extraordinario fue que este mensaje estaba escrito en latín sobre una gran seta. Era un extraño soporte para llevar un mensaje…, sobre todo por su fragilidad.


viernes, 29 de octubre de 2021

Υδρα: un viaje a Grecia en 2009
















No he podido aún cumplir uno de mis deseos, visitar la isla de Zakynthos, epónimo del héroe mitológico, compañero de Hércules en sus fatigosas empresas, quien según Silio Itálico murió en un lugar de la costa hispánica del Mediterráneo que más tarde ocuparía el enclave de la antigua Saguntum. Pero, guiado por la sabia mano literaria de la escritora canadiense Anne Michaels, recalé el verano de 2009 en una de las islas del Egeo, en la que, además de la ya antes citada, transcurre la extraordinaria historia de su novela poética Piezas en fuga. Su nombre es Idhra. 
Dice allí Anne: "No es ni en Idhra ni en Zakynthos sino entre los abedules de Michaela donde me siento por primera vez seguro sobre la tierra, acollado en una tormenta".
Mi fascinación por la escritura de Michaels, esa teluridad, esa potencia de la palabra que esculpe pasiones y luchas denodadas, hicieron que mi viaje, desde Atenas hasta allí, fuese embargado por una vigilia llena de premoniciones y anhelos.
Fue un día apacible, el espíritu griego serenó mi pulso y sentado en un escalón, mirando el azul, mirando al horizonte jónico de Zakynthos, tomé unas notas dispersas en mi cuaderno y urdí este breve poema, dictado por los sonidos del "metelmi" sobre las hojas y las rocas de la isla:


ÉXODOS.
UNA GATA BAJO EL SOL DE IDHRA

Marca su paso con decisión, monótonamente
movida por un fin que no vislumbro,
una pequeña gata, camino del faro, sorda a mis reclamos.
Como madre, sus ubres cuelgan pidiendo
unas bocas que la amamanten.
Ya veo el resorte secreto de su paso,
en la calima de la media tarde.
Son sus vástagos perdidos la oscura
razón que la dirige, perdida ya
por siempre en esta isla perdida
de este recóndito Egeo. 

(Idhra, 10 de Agosto de 2009)


La obra de Anne Michaels fue llevada al cine por el director canadiense Jeremy Podeswa. He aquí su trailer:

miércoles, 25 de noviembre de 2020

FRANCISCO BRINES EN SAGUNTO






El 10 de diciembre de 1993, Francisco Brines visitaba Sagunto, convidado por la Fundación de Cultura para asistir a uno de los Divendres de Poesia que organizaba el Ayuntamiento bajo la dirección del poeta y profesor Francisco Salinas. Me cupo el honor de presentarlo con una breve introducción a su persona y su poesía. De aquel acto, rescato unas palabras y unas fotos que el tiempo va borrando:

 

"La ética nace en Brines de la rebeldía, librando un obstinado combate contra la pureza. Precisamente, esta crítica de lo puro, de raigambre ética, tiene una de sus mejores explicitaciones en el poema incluido en Materia narrativa inexacta, en el largo poema “El Santo Inocente”, en cuya última estrofa leemos:

 

El hombre es esto:

alguien que, sin amor a un niño,

lo eleva a los altares

para crear la fe;

y luego, arrodillado, gime.

El hombre es esta carne marchita y negra,

una débil razón

y un sentimiento frágil.

Si existe Dios asumirá el fracaso."



RESEÑA DE 'PAISAJE DESDE EL SUEÑO', de ANTONI GÓMEZ

  Pertany Juan Antonio Millón (Sagunt, 1960) al cercle de poetes i lletraferits que al llarg de quasi dues décades publicaren a Sagunt la re...