Asevera la propia
experiencia que, en el intervalo digital, el blog se ha convertido en eficiente
cuaderno de campo. Constata un pausado deambular que focaliza secuencias del
taller literario. Así han ido amaneciendo en la bitácora “Sendas y
divagaciones”, junto a poemas integrados
en otros ámbitos, muchas de las composiciones del libro Todo lo que verán tus
ojos del poeta, ensayista y traductor
Juan Antonio Millón (Sagunto, 1960). Una nota previa recuerda que la primera
versión de esta salida, tras el inicial Paisaje desde el sueño (2008), se
publicó en México con el título de Sendas que tracé, dentro del catálogo de
Ediciones Inestables. La voz poética de José Antonio Muñoz Rojas, sálmica y
sentenciosa, advierte que “Sin canto no hay silencio donde crecer”; y convierte
en certeza el carácter reflexivo del poema como rumor que enlaza el paisaje
sentimental del pretérito y los pasos inciertos del presente.
La palabra concilia
sensibilidad y escritura en un marco temporal sosegado y confidencial que alienta
una percepción reflexiva. Tras la amanecida despierta la voluntad escritural,
retorna la necesidad de un fluir lírico que deje constancia de la vida al paso.
Como si la palabra enlazara lo transitorio con lo más elemental, no hay ninguna
pretensión solemne, solo la hermosa cadencia de un trayecto de afirmación
vital, en cuyo espacio se van diluyendo rastros de ternura, la efímera
prestancia de lo que se mueve.
El poeta reflexiona
sobre la propia identidad a través del recuerdo. Desandar el tiempo es escuchar
de nuevo la voz de la madre, dar vuelo a los sueños juveniles, y aprender la
caligrafía borrosa de los sentimientos, su vanidad de vida y de belleza que
poco a poco se va transformando en niebla fría, en páginas de una memoria
frágil a la intemperie: “La vida pasa, como la flor del jazmín”.
Aunque el formato
general del libro es el poema breve en verso libre, Juan Antonio Millón deja
otras formas expresivas como el haiku, estrofa que da pie a un abanico de
composiciones integrado en “haikus de la alcancía”. El reloj gotea instantes y
desde su fugacidad y vuelo etéreo nacen las ramas que exploran el intangible
rastro de su paso. El poeta refuerza el núcleo semántico de cada haiku mediante
un título fuerte que deja en su cavidad el tema básico de cada estrofa:
alcancía, melancolía, zánganos, verano, pájaros… son sustantivos que enlazan
sensaciones y gestos del sujeto, una nítida crepitación de lo que aflora en la
amanecida.
El escritor cierra
la entrega con el apartado “Poesía viajera”, que convierte al desplazamiento en
senda cognitiva y confidencial. El sujeto expande su estar nómada entre la luz
cambiante de una geografía mudable, donde las cosas se diluyen para ser meros
rastros en la memoria, empeñados en buscar sentido. Desde esta mirada sensitiva,
van llegando las vibrantes notas de los recorridos y el empeño del yo en
establecer sus propios itinerarios interiores: “Escrutar para entrever, / en
este matojo de callejuelas / de las tenerías del alma, / como en un remolino de
agua /el ser.”
La realidad poética
de Todo lo que verán tus ojos muestra los signos desvelados del yo y su
conciencia de lo temporal. Los pasos del ahora arrastran consigo evocaciones y
recuerdos, itinerarios y retornos que testimonian un entorno cambiante, donde
el yo reafirma su logos reflexivo, sus afectos, su empeño en hacer de la
palabra una sencilla confesión. Las horas en calma postulan una condición de
ser testigo que exige abrir los ojos y cobijar en ellos unos hilos de luz.
JOSÉ LUIS MORANTE
(Del blog Puentes de papel, 24 de julio de 2022)
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