Existe un grupo de calles del municipio de
Sagunto que recuerda con su nombre el hecho fundacional de la mitología y la
leyenda de nuestra ciudad: la lucha del pueblo saguntino ante el asedio que
sufrió por el ejército del general cartaginés, Aníbal, en el año 218 a. de C., que
dio lugar al comienzo de la Segunda Guerra Púnica, poniendo en liza a dos de las grandes potencias militares de la
Antigüedad: Roma y Cartago.
Hacia finales del siglo XIX y asesorados
por el médico y cronista Antonio Chabret, los munícipes del Ayuntamiento
llevaron a cabo una serie de cambios en la toponimia urbana, que supusieron el
recuerdo fehaciente de aquella efemérides famosa por la que son recordados los
saguntinos en los libros de historia, y que todas las generaciones han sabido
mantener viva en la memoria.
Las calles Silio Itálico, Abylix, Alorco,
Escipiones, Héroes, Murro, Quinto Fabio, Saguntino Alcón y Tito Livio nos
recuerdan aquel hecho, de una u otra forma, bien porque fueran escritores que
registraron en sus obras el hecho histórico y legendario –como son los casos
del poeta Silio Itálico o del historiador Tito Livio-, bien porque fueron
personajes –ya reales, ya ficticios- de aquella contienda famosa, como es el
caso de Abylix, Alorco, Murro, Saguntino Alcón, Escipiones o Quinto Fabio, o
bien, finalmente, recogiendo en su nombre la totalidad épica de aquella hazaña,
como es el caso de la calle Héroes.
Hoy nos centraremos en Silio Itálico,
poeta latino que compuso una extensa obra épica, con el nombre de Punica, que consta de 17 libros y más de
12.000 versos y en cuyos dos primeros libros se relata, desde la mitología y desde
la ficción, pero también desde la Historia, el asedio de la ciudad de Sagunto,
la defensa feroz de los saguntinos y la muerte heroica final de sus habitantes.
El nombre completo del poeta parece que
fue Tiberio Catio Asconio Silio Itálico, según reza la inscripción descubierta
en 1934 en el templo de Afrodita en Afrodisia, ciudad de Caria, en Asia Menor,
donde Silio fue procónsul. Nació hacia el año 28 de la era cristiana y murió
hacia el año 103. Aunque no se sabe con absoluta seguridad el lugar de su
nacimiento, se supone que pudo ser en algún lugar de la Galia cisalpina,
probablemente en Patavium (Padua). Antes
de dedicarse a la literatura llevó a cabo una importante labor como abogado en
los últimos años del emperador Claudio. Durante el reinado de Nerón practicó de
forma voluntaria la delación, lo que le valió para que fuera nombrado cónsul en
el año 68 y gracias a su amistad con Vitelio logró una posición cómoda en la
sociedad romana a pesar de la caída de Nerón.
En el año 77 fue nombrado por Vespasiano procónsul
en Asia, cargo más alto al que podía aspirar un senador romano. Una vez
concluyó su proconsulado, se apartó de la política y llevó una vida retirada,
dedicada a la literatura, en sus posesiones de la Campania, rodeado de libros
–poseía una de las más vastas y envidiadas bibliotecas romanas-, objetos de arte y un círculo literario que se
reunió en torno a él. Compró la finca donde descansaban los restos del gran
poeta Virgilio y convirtió el aniversario del autor de la Eneida en una solemne fiesta religiosa. A los setenta y cinco años
murió en su finca de la Campania, cerca de Nápoles, como consecuencia de una
enfermedad crónica que Plinio denomina clavus,
una especie de úlcera o tumor, motivo por el cual se dejó morir de hambre,
“como un verdadero estoico”.
Como decíamos anteriormente, los dos
primeros libros de la obra de Silio Itálico, Punica, recogen en hexámetros el relato de la historia de la
batalla del Aníbal contra Sagunto. En los primeros versos de dicha historia
recoge el poeta la fundación mitológica de nuestra ciudad y el epónimo de
nuestro municipio: Zakinthos.
Dice así Silio Itálico:
“Las trompetas de guerra sonaron ante las
mismas puertas de Sagunto y fue allí donde Anibal tomó las armas, ansioso de
una guerra aún mayor. Sus hercúleos muros se elevan no muy lejos de la costa en
una suave pendiente y deben su ilustre nombre a Zakinthos quien está enterrado
en lo alto de la colina. Este regresaba a Tebas acompañando a Hércules, tras la
muerte de Gerión... Alardeaba triunfante Zakinthos de su botín y, en el calor
del mediodía, cuando iba a dar de beber a los bueyes capturados, pisó una
serpiente que abriendo sus fauces hinchadas por el veneno que el sol calienta,
le infligió una herida mortal, que acabó con el héroe griego en suelo ibérico.
Guiados por el viento Noto, llegaron poco después colonos fugitivos originarios
de Zakinthos, una isla bañada por el mar griego que, en otro tiempo, formaba
parte del reino de Laertes. Más adelante, jóvenes de Árdea necesitados de un
lugar donde establecerse, vinieron a consolidar sus humildes orígenes.”
Así lo recordó el poeta Silio Itálico, así
lo recuerda el nombre de las calles y así hoy lo hemos recordado nosotros.
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